miércoles, 9 de diciembre de 2009

Un solo símbolo


Un hombre va galopando por la playa, la espuma moja las patas de su caballo. El rostro del hombre barbudo se ilumina con la sonrisa de la esperanza, ha recuperado su libertad y el viento trota con él hacia un mejor destino. A lo lejos se vislumbra una gran pierda color verde y la sonrisa muta en un entrecejo apretado, hijo de la curiosidad. La incredulidad que acompaña al jinete, no le permite advertir que, esa figura lamosa, no es otra cosa que la cabeza mutilada de la estatua de la libertada. ¿Hacia dónde se dirige? La libertad acéfala lo deja sin destino, creyó escapar de El Planeta de los simios y su ilusión era volver a casa pero… Está en casa, en lo que solía llamar casa y no hay posibilidad de retorno.
La escena que mi brumosa memoria intenta reconstruir en este espacio es, hasta la fecha la escena de cine que más impresión me causo.
Casi me atrevo a sostener que la mitad de la narrativa versa sobre el viaje, la aventura que un hombre o mujer emprende al salir de casa, todo cuanto en el camino recoge con el único propósito de regresar a casa. Ulises padeció años antes de poder ver a Penélope pero la Odisea valió la pena porque pudo retornar, y si Dante inventó el Infierno fue precisamente porque la imposibilidad de volver a su amada Florencia fue la peor de las condenas.
De manera más tenue la película Adiós a Lenin nos cuenta la historia del sin retorno. Una mujer de Alemania comunista que pertenecía felizmente al régimen, se le ve entonando cánticos panfletarios y marchando con orgullo. Tras problemas de salud la mujer queda en coma el tiempo suficiente para que el muro de Berlín se venga abajo. Una época se acaba y la mujer despierta ¿Encaja ella en ese nuevo orden? Los doctores advierten a sus hijos que un impacto emocional fuerte podría sumirla de nuevo en el letargo. El hijo, dando muestras de un amor desmedido, finge para ella el mundo conocido: produce noticiarios de TV desde la azotea, gurda latas de viejos refrescos para llenarlos hoy de Coca cola y que la madre no lo sepa. Como esta mujer está convaleciente, debe mantenerse en cama y esto permite a su vástago construir la escenografía impostada sobre el nuevo capitalismo. Pero lo increíble sucede: desde la ventana de su dormitorio asoma volando por los aires la estatua de Lenin suspendida por un helicóptero. La certeza del retorno robado.
Ambas películas eligen perfectamente un solo símbolo que con el poder atómico que caracteriza a estos objetos, estallan dramáticamente para llenar de emociones a los que habitan dentro y fuera de la ficción. No hay nada más desolador que desconocer las coordenadas de llegada.
Mi tercer ejemplo es más cercano y, aunque circuló por una pantalla estuvo adscrito a una coordenada geográfica ubicable y central en todos sentidos. Una mañana mientras nos vestíamos para ir a trabajar o tomábamos el café que nos despierta para comenzar, prendados de una pantalla, vimos dos aviones derrumbar las torres, todas las mentes quedaron atónitas como la del personaje del planeta de los simios, a toda lógica le fallaron las piernas ¡No es posible! Es la frases que apuesto como el susurro que dio la vuelta al mundo mientras la razón seguía fugada. Aún hoy la mente no alcanza a ver la pantalla completa porque la perspectiva no ayuda, pero algo grande cambió y este lugar no será nunca el mismo, esa es la única certeza, en qué y cómo cambio creo que eso es imposible de resolver hoy.
Cuando transitas por la zona cero o cruzas por el mar mediterráneo, específicamente en el mar de Rodas y volteas hacia arriba, siente que las dos piernas de Wall Street o Las piernas del gran Coloso todavía están ahí como las piernas que le duelen al soldado mutilado.
Es a partir de todo esto que me surge una pregunta para la que no encuentro respuesta, qué pasaría si hoy todo acabara y un solo exiliado volviera a la tierra, ante sus ojos el símbolo de la desesperanza le diera la bienvenida o la malvenida ¿cuál es el símbolo capaz de contener todo lo que nuestra civilización significa? Un símbolo que en un instante revelara a un sobreviviente que ¿Para qué? Ya no hay Porque.
Como no tengo respuesta seria para este asunto tapo el agujero con el absurdo e imagino:
Un astronauta que bien podría ser uno de los astronautas llamados por nuestras tristes ilusiones mexicanos, son mandados por la NASA a preparar el terreno para el establecimiento de una colonia por allá. El proyecto, debido a la crisis, es olvidado. El astronauta con rigor militar sufre su exilio y espera el regreso. Los chinos inyectan de nuevo presupuesto a esta misión y el astronauta recibe latitas de chow mein que detesta y un manual de chino que debe aprender. Esto es una pesadilla, se dice todas las noches, pero cada mañana la promesa del regreso alimenta un nuevo sueño. En la tierra un gran terremoto ha terminado con todo, pedazos de edificios rondan solitarios la vía láctea pero una gran piedra parece haber quedado intacta.
Se trata de la dura cabeza de Juárez que, sin inmutarse, entra en la órbita lunar y ronda a la luna sirviendo de satélite al satélite hoy huérfano. El pobre astronauta mira al cielo buscando a casa, al planeta azul que no es más que un fantasma. De pronto una enorme roca le muestra la cara, es un rostro oriental que (dada su carente conocimiento de historia de México) lo ahoga en la desilusión, es el símbolo del no retorno. No sabe que la tierra ha desaparecido, lo que le angustia es pensar que los chinos han tomado el control y el no puede memorizar ni una estúpida palabra.
¿Qué símbolo anuncia el final?

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