miércoles, 24 de febrero de 2010

Manifiesto de mí que:


Soy compulsiva, me resulta difícil poner freno cuando una actividad me ha seducido. Por cierto odio las imposiciones y prefiero la seducción como método y motivo. Me encanta leer pero soy antes que nada una teleadicta como buena representante de mi generación. Mucho de lo que escribo se inspira en esta “caja idiota” que , al menos a mí me fascina. No es raro que le prodigue por ello grandes y exagerados cuidados a mi computadora pues es al tiempo mi televisión, cine particular, memoria, mi gran cuaderno y me correspondencia con el mundo.
Me encanta bailar y lo hago mal pero eso no disminuye mi placer; canto peor y no por eso me callo.
Mi héroe de la infancia es Hechizada, lo es por las cosas más simples y triviales, es bonita, tiene una familia feliz, es bruja y es publicista. Un movimiento de su nariz detona miles de historias. Lo tiene todo belleza, amor y poder ¿se puede más?
Los postres y dulces me orillan a la gula a grados tales que preferiría morir a no comerlos y por eso recurro al ejercicio como antídoto ante la amenaza de gordura que acecha mi herencia genética. Odio las reglas pero las sigo por disciplina, me hechizan las buenas series de televisión como la luz a las moscas. La primera fue The twilight zone misma que condicionó mis gustos literarios que se inclinan siempre hacia lo fantástico. Me engolosino con las películas de gángsters y criminales, mi gusto por el cine abarca todos los géneros y derivados.
Lloro con la poesía, con ciertas canciones, con el himno nacional y hasta en los festivales escolares. Lloro fácil, igual me río. El piropo más lindo que he recibido me lo dijo mi hija pequeña: “Mamá tú siempre eres feliz”. Claro que no es del todo cierto pero no deja de ser un buen propósito y un excelente slogan publicitario.
Me encantan las mentiras como germen literario , más me gustan sus abuelos los mitos, sobretodo los griegos. Procuro usarlas poco en el discurso diario porque se enredan y te confunden. Digamos que mi estrategia de ocultación la saqué del cuento de Poe “Carta robada”, así que aquello que pretendo ocultar, como la carta del cuento, lo posiciono a la vista para que pase inadvertido.
Soy narcisista por estrategia de supervivencia pues mi criptonita es el abandono, un dolor que me anula y aniquila. Así que desde chica he procurado un idilio conmigo misma y mantengo un diálogo a veces doloroso otras fructífero y que se plasma en escritura como hago en este momento. Por otro lado no me tomo muy en serio, aprendí desde chica lo divertido y liberador que es reírse de uno mismo. Si de algo estoy segura es de que los hombres somos como un gran globo que crece y crece hasta que explota, somos efímeros por ello sublimes pero también ridículos.
Siempre quise pintar, me encanta el arte. Como la escritura es celosa corrió a la pintura pero yo ventajosa la sembré en los anhelos de mi hija mayor. Ella la aceptó con pasión y con el talento que a mí me hace falta.
Me doy baños largos con agua muy caliente mostrando con ello mi poca consciencia ecológica.
Me encanta la gente pero tras dosis fuertes me automedico largas horas de soledad.
No bebo mucho ni tomo nada que adormezca mi conciencia, me gusta ser dueña de mis pecados y de mis placeres, la inconsciencia me parece una forma de perder segundos vitales.
Quisiera creer en Dios pero mis dudas son abismales. Odio las religiones porque imponen normas y reuniones y yo soy solitaria y anarquista. Creo en el alma y en un aliento superior, no es un asunto que tenga que ver con la razón , es más bien un gen romántico que se siente y no se cuestiona. Tiendo a ver milagros y prodigios al menos con cada atardecer.
Creo en la gente y en los finales felices, soy hábil para acomodar las tramas de tal modo que hasta la tragedia de Edipo resulte provechosa y esperanzadora.
Me encantan los chocolates y las conchas, los cuentos de hadas, soy devota de las brujas y me gusta jugar a las Barbies. Colecciono diccionarios de palabras, pecados, lugares, símbolos, sueños…Estos últimos junto con mis pesadillas también los colecciono en cuadernos de todos tamaños. Intento ser justa pero a veces soy muy dura en mis juicios. No soy muy buena hija pero creo no ser tan mala madre. Mi mejor amiga es mi hermana y estoy segura de que ella tiene todo lo que a mi ser le falta. Admiro a mis hijas tanto que por ello las dejo libres confiando, quizás en exceso, en su buen juicio.
Pago con meterme poco en la vida de los demás porque me choca la intrusión en la propia. Hablo mucho pero después de las 8 de la noche entresemana no soporto hablar ni que me hablen.
Como soy exhibicionista, idealista, histriónica y narcisista, ser maestra es la profesión ideal.
Nunca sé como cerrar lo que escribo y mis finales son abruptos porque el pudor me dice que confieso demasiado entonces de la nada saco un punto y simplemente no digo más.

lunes, 8 de febrero de 2010

Anairiana


La leyenda no termina por convencer a nadie. No hay remedio, se trata de la única respuesta a un loco comportamiento.
Sí, el ojo de agua que marca la entrada al pueblo de Acuarena tiene una anómala conducta. Sus aguas son de un azul intenso, a momentos, magenta. En su centro se dibuja un círculo castaño que parece una pupila. Dicen que la ecuanimidad de sus aguas invita a sentarse en su remanso, por un largo periodo los habitantes celebraron los ritos familiares con ella como testigo. Ella, la pequeña laguna que lleva nombre de mujer y todos la aluden como si de una persona se tratara: Anairiana.
Anairiana parece un espejo de agua inquebrantable pero su mancha parda es una niña juguetona que escupe a mares ahuyentando a sus visitantes en el momento menos adecuado. En una ocasión arruinó el vestido de la novia que celebraba sus nupcias en su orilla. Cuentan que la chica miró las aguas con desdén y fue castigada, Anairiana la salpicó completa de chorritos azul y magenta. En otra ocasión un sacerdote bautizaba al hijo del gobernador, mientras ungía el pecho del bebé hablo del temor a Dios y del peso de Satanás. Anairiana escupió a todos los presentes con una risa húmeda que dibujó un arcoíris. Interpretan los expertos que se trató de una burla a creencias inútiles y un homenaje a un Dios poderoso que no infunde temor y que es capaz de plasmar un espectro que dura ocho días con sus noches. Afirman que la Nasa mandó expertos para constatar el prodigio de un arcoíris nocturno alimentado por la Luna. Pero en cuanto los extranjeros pusieron un pié en Anairiana los colores se esfumaron con una leve explosión a modo de reverencia.
El origen de Anairiana está contenido en un mito grabado en la corteza de un árbol que se sumerge entre sus aguas. Se trata de un complicado código que empata notas musicales con las letras del abecedario y qué para entenderlo a cabalidad precisa de ser acompañado con música.
El mito es éste:
Ana fue una mujer que vivió entre la frontera de Acuarena y Lairosa, se dice que quedó embarazada como a los 14 años. Sus padres avergonzados querían que diera al niño en adopción. Ella confundida huyó. Luego decidió que la niña se quedaría por siempre en su regazo.
Afirman quienes la conocieron que jamás dio a luz y nunca mostró síntomas de embarazo.
Ana era una mujer habitada por dos. Una tranquila y ecuánime, otra irreverente y traviesa.
Hablar de los pormenores de su vida sería vulgar, es importante mencionar tan solo que existió y que muchos no la olvidan, dicen que lo sorpresivo de su comportamiento la hacía una compañera singular.
La leyenda recupera, hasta hoy, el día en que Anairiana, es decir la madre e Iriana, la hija, se hicieron agua. Tal parece que Ana venía gestando la historia de su propia muerte.
No quiero acabar como todos, dijo una mañana en que se sentó definitiva en el centro del bosque y comenzó a cantarse mitos. Le gustaban tanto estas historias primitivas que con ellas distrajo al hambre y al frío. El sueño, por otro lado, no cedió a sus artilugios pero dicen que soñaba con dioses y héroes mientras las ninfas la arrullaban. Cuentan que cantaba en gerundios pues para ella esta modalidad es como una hamaca que se clava en la orilla del pasado y se proyecta hasta el futuro en un tiempo que se mece perpetuo.
Cantó sobre Narciso que contempló su imagen hasta expirar. Se ahogó a sí misma entre palabras, entre falsas explicaciones de mundo. Falaces, quizás, pero más entrañables que las fórmulas científicas que han reducido al Padre Cronos que se tragó a sus hijos, en una vil fórmula.
En el fondo de una laguna viven dos sirenas: Ana e Iriana, una dentro de la otra. Si te acercas lo suficiente oyes los mitos sagrados que explican el porqué de la marea, la eterna batalla entre el Sol y la Luna o la misteriosa historia de los desaparecidos que por escuchar los cuentos de Anairiana son tragados por ésta y viven una muerte irreal y permanente, llena de rumores y fantasías.