miércoles, 27 de agosto de 2008

Regina de Ville


Uno de mis talentosos alumnos me tomo esta magnífica foto y piensa que me voy a enojar, hombre si es de colección. Pulsen el link si quieren conocer más trabajos de este talentoso artista que se encarga de sacar lo brujil en ti, hace mucha falta en estos días ¡Felicidades Memo!

Sí. Tiene un sabor intenso


Este fué mi primer artículo para la revista etcétera donde la taréa era defender la infidelidad. Para leerlo basta picar en el título.

Diario de una Teleadicta

Sólo pulsa en el título y llegarás a una serie de artículos que escribí para la revista etcétera.

martes, 26 de agosto de 2008

Crónicas de facebook II: Las Reinas de México



Es curioso reunirte con tus amigas de preparatoria periódicamente y poner al día las vidas. Los rumbos nos alejan pero siempre hacemos todo por dar un volantazo y coincidir en una taza de café. No puedo culpar al Facebook porque ya lo hacíamos desde antes, pero sí puedo contar que gracias a las fotos de grupo publicadas por mi amiga Cristy, nuevos rostros se despiertan para contar su historia. Apareció Mónica más bonita que nunca y uno puede leer entre sus fotos la historia de un romance familiar. Me sorprendió ver a Rocío que era nuestra maestra de baile, como yo nunca he tenido ritmo hacía todo por escapar a los pasos que ella nos ponía. No puedo evitar oír al Man eater y pensar en los chinos de Rocío volando mientras daba vueltas como la chica de Flashdance. En uno de nuestros encuentros nos dejó verdes de envidia. Resulta que todas aprovechamos las oportunidades de reunión para sonarle los mocos a nuestras vidas y presentarlas perfectas, ingenuas y de carita lavada. Nos reunimos después de unos años de habernos graduado en un restaurant, como siempre he sido precoz y contrariando todas las apuestas yo ya me había casado y tenía una bebe, pero Rocío era nada menos que secretaria del hoy presidente Bush ¿Qué tal? No cabe duda que siempre ha tenido estilo y no sólo para bailar.

El Reina de México es para mí lo más parecido a un colegio y eso que asistía un día sí y tres no. Yo creo que por eso sigo hoy atrapada en la escuela y prendada del rol de maestra, no he cubierto mi cuota de asistencia. Vivía yo de prisa y tenía novios que parecían mi padre, así decían mis compañeros.

Con el tiempo y las reuniones hemos dejado de pretender y a veces llevamos a la vida chamagosa y de la mano para desahogarnos. Han sido los abrazos de Priscila o las locuras de Cristina las que ayudan a que, de momento todo el orden se restablezca. Nos vemos en bodas y bautizos, algunas, paramos en hospitales, el glamur dejó de ser moneda de cambio y lo más pertinente es llevar kleenex porque siempre hay alguien que los necesita, también es imperioso aclarar la garganta porque habrá una manifestación de carcajadas. No deja de ser ilustrativo que nuestros hijos lleven nombres de nuestros compañeros como tributo a la memoria. Mi hija se llama Andrea en recuerdo a la vitalidad de esta compañera que parecía surcar la vida con destreza de surfista.

Todas las mañanas me levanto contenta y me conecto para ver quién está ahí y pasar lista dar los buenos días y acordar el próximo café. Recuperar rostros en el tiempo se ha vuelto una forma de redescubrirme a mí misma, de hacer acopio de recuerdos perdidos para adornar las paredes de mi vida. Subo fotos para compartir mi historia y recupero algunas otras que los demás tenían de mí, pero como no puedo contar sólo con imágenes escribo estas crónicas de Facebook en espera de reconstruir con palabras las caras que el tiempo ha empolvado un poco.

viernes, 22 de agosto de 2008

Crónicas de Facebook I


Hoy necesito un destinatario a quien contarle todo lo que me ha pasado. Las emociones son volátiles como el perfume y me da la impresión de que si no sello en esta hoja lo que hoy siento, se desaparecerá como el rumor del viento. Hace tiempo lucho de manera discreta por aclarar la fuerte pasión que me provocan los nuevos medios, que, a diferencia de de algunos críticos pienso que, bien empleados, nos humanizan.
Deberé empezar de lo último porque es lo que prevalece en carne viva. Tuve un encuentro cibernético con un amigo de la infancia, nunca creí que pudiera desatar tantas emociones. Es más, era un ser olvidado en algún barranco de la memoria. Cuando éramos niños solíamos jugar a diario, lo fuimos desde que yo tenía 8 años y hasta los 12. La privada donde vivíamos era, al menos así la recuerdo, un lugar de cuento. Pequeñas casas tipo Hansel y Gretel formadas en declive, desembocaban en un acantilado con un arroyo de aguas negras, pero que, desde arriba y desde la niñez, resultaba idílico. Muchas veces salimos a escalar la montaña que bordeaba ese arroyo e incluso cometimos la osadía de meternos a nadar. El camino era empedrado y las casa verdes con gris escoltadas por árboles y flores, algunas macetas volaban colgadas de los techos y en el centro mismo se sentaba una fuente para vernos jugar bote pateado. Mauricio, así se llama mi amigo era una suerte de Peter Pan comandando niños perdidos. Esa fue, quizás la mejor época de mi familia. En ese entonces, mis papás llevaban una relación decorosa y los domingos la pasábamos juntos viendo la tele y comiendo pasteles del globo. Se fue rápido pero pego duro y nunca más fuimos esa familia. Parece como si la gravedad de la barranca hubiera succionado los domingos. No es un lamento, otras historias vinieron y nos descubrimos de nuevos modos. Recuerdo que mis hermanos y yo salíamos a jugar con Mauricio y recuerdo que sólo entonces el tiempo se detenía. Eran juegos de verdad, atrapar luciérnagas por montones o jugar escondidas con el entusiasmo de no ser descubiertos o de descubrir. Mauricio era alto muy alto, lo era para mis hermanos y para mí, y Neto, era chaparro muy chaparro, lo peor es que le encantaba el básquetbol, todavía lo recuerdo gritando ¡viola! ¡Viola! Palabra que odiaba no sólo porque el juego se detenía sino porque me sonaba a violación y eso a los 11 años es una pésima palabra. Olga había perdido a su hermano de una manera trágica, lo habían atropellado los guaruras de un político. Nosotros llegamos a la privada cuando Pépe ya había muerto, al poco tiempo nos hicimos amigas y Olga me dijo que quería que su hermano y yo fuéramos novios. Ese fue mi primer novio fantasma y la primera relación que me llenó de vergüenza. Cuando Olga le soltó, emocionada y de sopetón, a su mamá que Pépe y yo éramos novios, la señora hizo una cara de amargura que llevé a cuestas en la conciencia por muchos años, cargada como el fruto prohibido en el árbol de la sabiduría. El hermano de Mauricio, Enrique, era un garrochón de dos metros, su cara de puberto me asustaba un poco y más aún cuando tuvo la osadía de declararme su amor vía una carta y un single de la canción “El amor de mi nena”. Recuerdo que eché el disco bajo la cama y no abrí el sobre jamás. Regresando al presente y gracias a la tecnología, un día me apareció en eso que se llama Face Book a un tal Enrique Intimidator Ortega que solicitaba lo aceptara como amigo. El epíteto, apodo o sobrenombre de Intimidator causó su efecto y lo rechacé sistemáticamente. Días después había una solicitud de un tal Mauricio Ortega que era también amigo de mi hermano y lo acepté gracias a la referencia filial, pero la verdad no recordaba. Al día siguiente me encuentro un mensaje de su parte.
Inmediatamente me caí en el hoyo de Alicia y regresé a Av. San Bernabé #641 casa 17, de hecho hoy me preguntaron mi teléfono y di el 5953405, absurdo porque vivo en Toluca y no hay posibilidad de que los números sean así, absurdo porque en la ciudad de México y desde hace tiempo los teléfonos comienzan con doble 5. Todos esos datos los había perdido y un mensaje los rescató del polvo. Lloré mucho, impresionada por sentimientos desordenados que flotaban en mi cuerpo sin control. He pensado que lloré por recordar los tiempos de familia, los juegos perfectos y por recobrar una parte de mí que estaba oculta entre vendajes de tiempo. Luego le respondo a Mauricio y le comunico mi emoción y él corresponde, le recuerdo nuestros juegos, desde el softball hasta el juego de la botella que me propició el primer regaño serio, peor aún fue que mis padres descubrieron que yo tenía un negocio rentable “alquilar las revistas Playboy “de mi papá.
"Hay dos formas de ver la vida: una es creer que no existen milagros, la otra es creer que todo es un milagro." Esa es la frase de Einstein que acabo de leer en un cartel publicitario mientras camino hacia una cita. La frase me pilla justo cundo pienso que haber encontrado a Mauricio y años de juegos es un milagro. Pero no la frase hecha de ¡qué milagro! misma que regalamos a quienes encontramos de sopetón. No es el milagro mascado y viejo que traemos pegado en el paladar por si se ofrece. Rescatar al milagro es comprender que no es una proeza digna de Santos, sino la sorpresa agazapada que un día se decide y nos grita: un, dos, tres, por mí y por todos mis compañeros y mil sorpresas se encienden al tiempo, como las luciérnagas de la privada que parecen orquestar una misma sonata. Y es que los hombres tenemos atención limitada y no podemos ver todas las tramas mágicas que se urden a nuestro alrededor, tonadas perdidas que un olor o un nombre despiertan , y de pronto nos acordamos, nos reconocemos o regresamos en el tobogán de los recuerdos dormidos. Por eso hoy todo me sabe a "Gansitos" y palomitas, a los 12 años. El paisaje que lo intuye, me corresponde y desnuda sus milagros. Cruzo un puente peatonal y recupero el valor de la niñez, olvido de una vez por todas que por el camino adopté miedo a las alturas y subo como amazona sin ver el precipicio. Vuelo como Wendy y los coches son barcos piratas pero soy amiga de Peter y por eso no les tengo miedo.
Llego a casa y miro por la ventana de Facebook y alguien me ha mandado la foto de grupo de la preparatoria, fue Cristy una amiga antigua que siempre reaparece. Umm El Reina de México…