miércoles, 18 de agosto de 2010

Medios para ser felices


Medios para ser felices
“La publicidad se basa en una cosa, felicidad ¿Y sabes qué es la felicidad? La felicidad es el aroma a coche nuevo. Es la libertad sobre el miedo. Es un anuncio espectacular en la calle que grita la ratificación de que cualquier cosa que hagas está bien. Tú estás bien”
Don Draper, Mad Men (temporada 1)

Regina Freyman
“Hapiness is a warm gun” decía Lennon, yo tenía una tía solterona que quizás pensaba lo mismo pero a falta de arma, cada noche se ponía como muñequita de aparador frente a la tele para imaginarse como protagonista de su telenovela. Si mis primos y yo osábamos gritar, casi con lágrimas imploraba: Qué no ven que éste es el único momento en que soy feliz.
Mi abuela me contaba que la radio era el punto de reunión obligado entre sus hermanos huérfanos y ella. Se sentaban juntos a oír las peleas de box o la novela de Calimán para convocar un poco de la alegría que la vida les había robado. Uno de sus hermanos se enamoró de la radio con tal ímpetu que hizo todo para trabajar en ella y de ahí brincó a televisión, a pesar de que hoy ya no está entre nosotros, su voz quedó inmortalizada en personajes de caricatura o en detectives habilidosos. Supongo que sus nietos alcanzan cierta dicha al reunirse al menos con su eco una tarde de tele.
Cuando hice mi examen para entra a la UNAM, recuerdo haber corrido al puesto de periódico para ver si había sido aceptada. Pocas veces he sentido tal fortuna que la de ver mi numerito de matrícula publicado en una lista interminable, supongo que quien gana la lotería debe brincar regocijado.
Cada tarde cuando mis hijas llegan del colegio nos sentamos juntas a ver televisión, los labios no se despegan. Nuestra serie favorita Criminal minds nos roba la atención, si alguna osa hablar antes de comerciales el rumor onomatopéyico que alude al silencio salta furioso en coro ¿Estamos contentas? Sí, definitivamente y por una hora, lo estamos.
Dos amantes están lejos, una pantalla los acerca, puede ser un correo una cámara, un chat o una red social que lo aglutina todo. Sus palabras se acarician, se hacen el amor con el teclado. Acortaron la distancia y están juntos, su alma sonríe, canta, baila y escribe cautivada por una amada inmortal: la vida que sabe a felicidad. Inmediatamente, subyugados, lanzan como confeti, aquí y allá, frases de amor, estrofas de canción, guiños de alegría expansiva que suscita comentarios: “me gustas”, “te copiaré la frase” el placer se propaga.
Podemos cuestionarnos entonces si los medios de comunicación nos hacen más felices.
Pero propongo primero recorrer el léxico de la felicidad para distinguir entre las diversas intensidades de la alegría.
Viajemos entonces de un polo a otro en el mapa de la felicidad y recorramos juntos desde el placer que pertenece al cuerpo y al deseo, realización de metas mínimas; la alegría como destino de metas superiores y la felicidad como fin último, sentimiento que abraza todos los sistemas vitales: el corporal, el social y el personal.
La satisfacción es, en este recorrido, el argumento más sencillo. Implica el cumplimiento de un gusto o deseo, su pariente más elemental es la saciedad que se emplea para la satisfacción de deseos materiales (hambre, sed…). Unos pasos antes nos topamos con el contento, que implica una satisfacción contenida, suficiente. Está contento aquel que posee la necesidad cubierta y por tanto no desea otra cosa, no apetece más. La satisfacción es más duradera. El contento es fugaz y ligero. Sin embargo, con el tiempo, el contento ha superado la satisfacción y se asocia con la risa, de ahí que uno ría loco de contento.
Estacionémonos por un instante en la complacencia que es un gusto benévolo y compartido, contento que se toma de alguna cosa o que se da a otra. Es lamentable que se le malinterprete como la simple conformidad o ajuste entre personas.
La fruición es una señorita decente complacida ante lo que posee y el regodeo es un pícaro de doble sentido, que a veces simplemente se revuelca en su placer y otras es un placer grosero que se alegra de la desgracia ajena. Etimológicamente significa alegría reduplicativa.
El gozo, posesión de un bien, se avecina a la alegría, pero ella, exhibicionista, se muestra plena mientras él, discreto, se expresa de modo interno. La alegría deriva del latín vulgar alacer= algo vivo o animado y del griego elaphos = ciervo. Por ello, no se alarme usted al ver a una persona alegre saltar ligera como un ciervo.
En nuestro idioma la alegría se ha empequeñecido, se le toma con frivolidad por su cercanía con la diversión. Es ella la que embellece las cosas y la belleza le alegra el ánimo. La alegría cuando es interior se le llama laeticia, como mi maestra de primaria que siempre es feliz. Significa vida, ciervo saltarín. Es la conciencia de que somos, al mismo tiempo, nuestra propia creación y creación divina. Es la energía para explorar, cantar, para liberar al ingenio. Se opone a la angustia que oprime, a la tristeza que es falta, al aburrimiento y se aleja, sabia, del abatimiento.
Muy cerca de la alegría habita la dicha, una palabra contigua al porvenir. Es la suerte feliz, apela al destino, significa también cosa dicha. Recuerda el mito de las Parcas que al nacer la criatura debían pronunciar una palabra que decidía la suerte individual. ¿Qué habrán dicho cuando nacimos? A mí me hubiera gustado que dijeran entusiasmo que es el aliento divino que todo lo colma.
Vale recapitular. Si la felicidad es un destino final que comprende todas las esferas de la actividad humana, los medios no nos dan felicidad, son transitivos y transitorios, y dado que, si apelamos a los griegos la felicidad es el resultado de toda una vida, ese sentimiento es como el carpetazo conclusivo de la existencia. Ninguna actividad por sí misma le alcanza.
¿Los medios nos procuran satisfacción? Solamente que por su intermediación consigamos algo que ya esperábamos. Una notica agradable, una predicción favorable, la continuación de una trama que mantiene el alma en vilo. O quizás porque nos procuran la compañía de alguien que llega por la mañana, noche o de tarde a sentarse a nuestro lado a ver, escuchar, leer o que se transfiere a nuestro lado desde la distancia.
¿Son acaso capaces de conceder la saciedad? No, muy por el contrario, al ser seductores obligan a la insatisfacción, es decir, satisfacen y cautivan de nuevo en un ciclo mágico que se anuncia o implica con el famoso Continuará… y ahí tienes a la tía emperifollándose de nuevo la noche que sigue y la que sigue; a los hermanos esperando la transmisión de la nueva pelea; a mis hijas y a mí esperando la nueva temporada; al jugador de lotería que no se la puede volver a ganar pero que sueña al menos con el reintegro; a los amantes dispuestos a encender de nuevo la comunicación que alimenta el amor a distancia.
Los medios no son complacientes ni provocan fruición; si entendemos el regodeo como la alegría del mal ajeno, supongo que si un mexicano ve, oye o lee, que Argentina fue vencida por Alemania en fútbol, su alma se sentirá regocijada.
Les van bien la alegría y el gozo, más no la dicha que presupone el porvenir, a menos que seas un competidor de los concursos de talento y puedas ganar con ellos un bono, un sueldo o una posición entre las estrellas.
Ahora tomar'e como parámetro las estadísticas sobre las actividades humanas que conceden placer y que aparecen en el libro Felicidad del economista Richard Layard, donde nos asegura, por cierto, que la felicidad se obtiene de la compañía y de la esperanza, de la permanencia que sólo se alcanza al trascender y pensarnos como un eslabón de una entidad mayor a nosotros mismos.
Supongo que por la época de la investigación no toma al Internet como una de las actividades que provocan felicidad, en este sentido el único medio que se señala como proclive a procurar gozo es la televisión que aparece en séptimo lugar de preferencia detrás de tener actividad sexual, socializar, relajarse, rezar y meditar, comer y hacer ejercicio.
La felicidad en diferentes actividades

*Escala de 0 a 5. Encuesta realizada en Texas y citada por Richard Layard en 2005. Economista británico y ex presidente del grupo de política macroeconómica de la comisión europea, asesor de Tony Blair y una de las figuras de mayor prestigio de la Cámara de los Lores británica.
La televisión es, en mi opinión un medio ambivalente, pues si bien es cierto que procura entretenimiento y relajación, gestiona poco la convivencia con otros, más allá de sentarse en el centro de un recinto familiar y ser observada al unísono, pero en sí es un acompañamiento que provoca poca retroalimentación entre los que miran y, para que esta actividad se constituya como un acto creativo es necesario trasladarla o combinarla con otra actividad. Por otro lado existe el factor de la frustración que la publicidad genera deliberadamente en los espectadores que alimenta deseos de aquello que echamos en falta, que hace uso de estrategias de manipulación sensibles que, al convertir un producto en símbolo de una aspiración vital nos recuerda miserias, anhelos insatisfechos y transforma la felicidad en posesión. Tampoco podemos negar la nostalgia que procura la televisión, o más bien nostalgría pienso yo, porque la nostalgia es regresar al dolor y ¿cuántos de nosotros no volvemos a la alegre infancia cundo vemos un capítulo de El súper agente 86 o Hechizada?
La mayoría de los filósofos consideran que la alegría es una forma de acción, por lo tanto, aquel medio que nos conduzca a mayor acción tiene más a su favor. Por otro lado el contacto con los otros (socializar) nos muestra Layard, es la segunda actividad que nos produce placer. De esto podemos concluir que el internet se presenta como el medio que, mediante sus redes sociales, correos, y hasta aditamentos de comunicación a distancia (cámara, chat, Skype) nos acercan los unos a los otros. En ese sentido los modernos teléfonos celulares que agrupan también esta tecnología y cuentan con la virtud de ser portátiles, son también medios de contacto.
Todo medio de comunicación es sólo eso, un puente que conecta dos entelequias, por tanto también son susceptibles de propagar sentimientos negativos, sin embargo la posibilidad de interacción favorece a los nuevos medios de comunicación al sumar los aspectos referidos (contacto, interacción). Sumemos otro más que llamaré emergentemente como performatividad. Gracias a las capacidades creativas que involucra el uso de una computadora, se convierte en un escenario que permite la creación artística y facilita la producción de mensajes. Comentamos también lo importante que es para el ser humano moderno la construcción de la individuad, así que, tener sofisticadas herramientas a nuestro servicio que nos permiten confeccionar desde una frase hasta una película es, en sí mismo, un prodigio, pero tener además un escaparate que permite exhibir nuestra creación, llamémosle “personalidad”, ante millones de personas y de inmediato se ha convertido en una validación casi necesaria. Que todo esto puede encarnar un temible monstruo es innegable, pero una vez más me atrevo a afirmar que eso no es imputable al medio sino que es siempre el precio que pagan los actos humanos, su lado oscuro por decirlo recordando a nuestro gran ídolo Darth Vader.
En su libro Conectados el doctor Nicholas A. Christakis, médico y científico social de la Escuela de Medicina de Harvard y James H. Fowler, profesor de ciencias políticas de la Universidad de California, hacen un análisis magistral sobre las redes sociales que va desde la pareja, hasta los espacios como Facebook o World Of Warcraft.
Los autores sostienen que, al ser empáticos y aprender de forma mimética, todas las emociones y hábitos son contagiosos. Al estar conectados, dejamos de ser entes individuales y paulatinamente nos convertimos en redes, en un microorganismo que suman las fuerzas individuales, de este modo explican la epidemia de la obesidad o el éxito de la campaña contra el tabaquismo. "Su felicidad depende no sólo de sus elecciones y acciones, sino también de las hechas por personas que uno ni siquiera conoce, con dos o tres grados de separación".
Los investigadores analizaron información acerca de la felicidad de 4739 personas y sus conexiones con otros miles de personas (esposos, familiares, amigos cercanos, vecinos y relaciones laborales) entre 1983 y 2003, pudieron acceder a información de alrededor de 50,000 lazos sociales y concluyeron que cuando alguien cambiaba de infeliz a feliz los contactos de la red social también lo hacen. Así que si el viejo adagio rezaba ten cuidado con lo que dices, tendremos que extremar cautela con aquello que decimos, mostramos, escribimos o posteamos (por usar un neologismo) en la red.
Sabía Santo Tomás que el hombre no puede vivir sin placer, pero el santo estaba consciente de que al hombre le es difícil desasociar placer y posesión. Pasamos la mitad de nuestros días deseando algo, lo conseguimos y luego experimentamos una felicidad transitoria, como la del viajero que llega a un puerto y goza la embriaguez de bienvenida hasta que el alma anhelante avizora nueva escala, se embarca de nuevo en la nave de su deseo y recomienza su itinerario hacia la muerte.
¿Eres feliz? Es una pregunta recurrente porque ese, sabemos, es nuestro fin último. Un estado que presuponemos inmutable y que implica la posesión de todos los bienes, la satisfacción de todos los deseos. Actualmente y con tantas crisis hemos empobrecido a la felicidad, abusamos de ella como si fuera sinónimo de cualquier estado de gozo. Su etimología remite a fertilidad, el que da y recibe la felicidad se dice felix, como el gato de la caricatura que poseía una amplia sonrisa. Es el ser que goza de los bienes de la naturaleza.
“¡Detente momento, eres tan hermoso!” dijo Goethe en voz de Fausto. La felicidad es un estado de afirmación vital, es la mayor ambición, posee una intensidad positiva, su momento es el pasado donde nada ni nadie nos la puede quitar, o el futuro cuando nada ni nadie la amenaza. Al menos podemos decir que los medios nos provocan alegría, gozo y hasta cierto regocijo momentáneo, ahora ¿Podemos detener el momento como quería Fausto? Podemos decir que los medios cuentan con sus recursos: los electrónicos con las repeticiones, los cibernéticos con la memoria, los impresos con el archivo, todos artilugios de la nostalgia para apresar el momento perfecto ¡Quién fuera como el control del DVD para poner pausa ante ese beso, ese gol, ese clímax que ha conmovido al alma!

Referencias:
Comte-Sponville, Andre, Jean Delumeau, Arlette Farge. La historia más bella de la felicidad. Anagrama: Barcelona. 2005
Lindstrom, Martin. Brand Sense. Patria: México. 2007.
Layard, Richard. La felicidad: lecciones de una nueva ciencia. Taurus: México. 2005.
Marina, José Antonio y Marisa López Penas. Diccionario de los sentimientos. Anagrama: Barcelona, 1999.
McMahon, Darrin M. Una historia de la felicidad. Taurus: Madrid. 2006.

viernes, 30 de julio de 2010

Oración a las diosas que me habitan


Deseo fuertemente que:
Artemisa sea el espejo profundo que, como el lago encallado en la montaña, esconde en su profundidad el rostro que se mira, y cada día pueda despojarme con valor de una nueva máscara hasta que logre develar mi verdadero ser.
Perséfone dé sentido a una soledad antigua, en comunión con ella deseo recuperar la pasión que da sentido y dirección para el reencuentro conmigo misma, con la niña que vive en mí, la parte más frágil de mi ser.
Hera me impulse a comprender que mi pareja en la vida, con sus miles de variantes, se acopla día a día y de forma maravillosa a mi destino, juntos somos la unidad indisoluble.
Deméter me preste sus brazos tiernos para proteger al desvalido, que ponga en mi boca la palabra de aliento que, como semilla, germine en bendiciones para mis hijos y les de alas para volar.
Atenea me dé consejo para entender que entre razones y sentimientos no hay guerra, pues el corazón piensa y la razón siente, ambas son el aliento indisoluble de mí ser.
Convoco a:
Hestia para continuar en mi búsqueda del instante eterno que consigue, como lo hacen las estrellas fugaces, iluminar el cielo. Desde el universo de mi hogar arderá el fuego más vivo que ayudará a mí y a los míos, a ser más humildes y más sensatos. Que el silencio sea el remanso que me ayude a recuperarme de este viaje un poco heroico un poco trivial que llevo a cabo cada día.
Afrodita para que me regale amor, siempre compuesto de dolor y de gozo, como la noche que es oscura y en ella brillan las estrellas. Para que maquille mi cara con las alas de la mariposa y perfume mi cuerpo con la brisa y el rocío. Que tiña mi boca con jugo de granada y me regale la brisa de la música temprana.
Creo firmemente que:
Crear y amar son una sola cosa, ambas le dan placer y sentido a mi vida.
Que la vida es la amada inmortal por quien despierto con fe cada mañana.

martes, 27 de julio de 2010

¿John Lennon o Paul McCartney?



http://www.etcetera.com.mx/articulo.php?articulo=4280

Carta de Regina Freyman a Arouet sobre los horrores en la web

Respuesta a mi carta: http://www.etcetera.com.mx/articulo.php?articulo=4496



¿Por qué el ingenuo público está siempre dispuesto a aceptar acríticamente la autoría de cualquier texto adjudicado a alguien famoso? …opera a favor de ello el íntimo “deseo de autoengaño” de los lectores, a quienes seduce la irresistible posibilidad de que las ideas más elementales que han tenido en su vida coincidan literalmente, no sólo en contenido sino también en expresión, con las de un novelista extraordinario, como lo es García Márquez…
Rafael Olea Franco

Todos tenemos nuestro lado kitsch, admitirlo y reconocerlo provoca alivio espiritual. Por ejemplo a mí, me gustan las princesas de Disney, las canciones de Shakira y los hot dogs de carrito. No por ello confundo a Blanca Nieves con Doña Leticia, ni pienso que “Nunca usé un antifaz voy de prisa por este mundo fugaz” sea la frase que amerite estar en una novela clásica y si mi galán me catafixia unos “jochos” por una cena en el San Angel Inn pues sí me ofendo. No me malentienda señor Arouet, tampoco es cosa de creerse el exquisito, más bien es un asunto que obedece al ánimo y de no dejar que nos vean la “feis”.
Un día se goza a Los Panchos y, otro, La Pastoral de Beethoven y no hay fijón o corto circuito, la bronca está en confundirlos. Les insisto a mis alumnos que leer a Bucay que es un estupendo psiquiatra, o a Coelho está perfecto, leerlos en su dimensión los enriquece a ellos y a nosotros como lectores; confundirlos con Orwell o Cervantes, un desatino.
Hace algunos años tuve un curso sobre Borges con el destacado profesor del epígrafe que apadrina este texto. Mi corazón partiose en mil pedazos y la cara se me puso ardiente cuando el ilustre Dr. Olea nos señaló que el poema “Instantes” era una parodia que llevaba por título “If I had My Life to Live over”, firmado por el caricaturista americano Don Herold, en la revista Reader’s Digest de octubre de 1953. Las versiones fueron cambiando y quedó este texto en español que trascribo para usted, en su versión en español:
Si pudiera vivir nuevamente mi vida.
En la próxima trataría de cometer más errores.
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más.
Sería más tonto de lo que he sido, de hecho
tomaría muy pocas cosas con seriedad.
Sería menos higiénico.
Correría más riesgos, haría más viajes, contemplaría
más atardeceres, subiría más montañas, nadaría más ríos.
Iría a más lugares adonde nunca he ido, comería
más helados y menos habas, tendría más problemas
reales y menos imaginarios.
Yo fui una de esas personas que vivió sensata y prolíficamente
cada minuto de su vida; claro que tuve momentos de alegría.
Pero si pudiera volver atrás trataría de tener
solamente buenos momentos.
Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, sólo de momentos;
no te pierdas el ahora.
Yo era uno de esos que nunca iban a ninguna parte sin termómetro,
una bolsa de agua caliente, un paraguas y un paracaídas;
Si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano.
Si pudiera volver a vivir comenzaría a andar descalzo a principios
de la primavera y seguiría así hasta concluir el otoño.
Daría más vueltas en calesita, contemplaría más amaneceres
y jugaría con más niños, si tuviera otra vez la vida por delante.
Pero ya tengo 85 años y sé que me voy a morir.

¡Y yo que lo había puesto de portada en mi carpeta! Con disimulo lo hice cachitos, asentí al pronunciamiento de mi profesor como quien dice “obvio, pues sí ya lo sabía” y encabecé una cruzada cibernética para desmentir el asunto. Todavía, 5 años después, en una comida una amiga me lo volvió a recitar y, cansada, le dije sí es lindo. Ya no quiero violentar a nadie Sr Arouet, al sacarles del error, amigos y parientes, se ofenden como si de blasfemia se tratara.
El poema de Borges engañó, en su tiempo, incluso a la revista Plural. El texto citado ocupa dos páginas de la revista que lo publicó en las páginas 4 y 5 del número de mayo de 1989. En una nota titulada “Un poema a pocos pasos de la muerte”, Mauricio Ciechanower lo presenta de la siguiente manera: “Concebido poco tiempo antes de su desaparición —la sola mención de sus 85 años de existencia, en el final del poema, así lo acredita — remite a esa fundamentada hipótesis sobre la fecha real de su confección (...) Pieza preñada de un poder de síntesis magistral”.

Y en el libro Todo México de Elena Poniatowska entrevista a Borges y, supuestamente, le pregunta por “Instantes”. Rafael Olea Franco resume este tema:

“..deduzco que cuando Poniatowska volvió a publicar la entrevista, no dudó (no tenía por qué dudar) de la autoría de Borges respecto de “Instantes”, como tampoco lo hicieron otros muchísimos lectores e incluso profesores universitarios; por ello de ningún modo creyó caer en una contradicción irresoluble si “retocaba” el texto añadiéndole dos poemas del escritor que se relacionaban con el fundamental tema de la felicidad personal…”

En el diario El País del 9 de mayo de 1999, Francisco Peregil publica “El poema que Borges nunca escribió”, en el que, María Kodama, esposa del escritor, afirma que no fue escrito por él.
Al poco tiempo de que me dio por ser algo así como un paladín de la verdad desmintiendo mails, me llegó el de García Márques y el Mofles que usted refiere con pertinencia. Entre mi colección apócrifa cuento con otro más que se llama “Los amigos” adjudicado a Borges y uno referente al amor que le imputan a García Márquez y que, a todas luces, no obedecen ni al estilo, ni al tono y mucho menos a la calidad de estas dos plumas.
El lugar común tiene su encanto, negárselo, nos anula en lo colectivo porque si los gustos simples se dan cita en un punto una razón tendrá y no hay elitismo que pueda contrarrestar eso. Sin embargo, habría que admitir que la simpleza que nos convoca no es más que la fascinación que nos emplaza el territorio conocido, aquello que entendemos de cuajo como el cuento que nos leían mil veces cuando niños o la canción reggetonera que de tanto sonar se pega.
¿Por qué debiera preocuparnos esta confusión? Porque somos parte del eslabón que llamamos humanidad, hemos construido una cultura en torno a ciertas reglas de apreciación estética, en este caso, que obedece a aquello que consideramos extraordinario, “clásico” como lo entiende Ítalo Calvinoii y representativo de un sentir humano que lo sabe exponer de manera sobresaliente. Hoy nos preguntamos qué quieren decir los frescos de la cueva de Altamira, por ejemplo, expertos antropólogos los consideran la primer manifestación artística consecuencia del delirio y la imaginación, por mucho tiempo se pensaron sólo expresiones de comunicación. Sería lamentable que “Instantes” o “La marioneta” pasaran a ser, por su difusión, obras representativas de dos grandes escritores, tan grave como que a usted o a mí nos imputaran un hijo idiota (y no me refiero a gente con capacidades especiales, sino pura y llanamente necio) ¿No lo cree?
Referencias:
Olea Franco, Rafael. “Borges: los riesgos de la fama (poética)”. La Gaceta del Fondo de Cultura Económica. Nueva Época 346 (oct. 1999).
---------------------Conferencia: “Una novela múltiple: Crónica de una muerte anunciada”
El Colegio de México
Ivan Almeida. "Jorge Luis Borges, autor del poema 'Instantes' Borges Studies on Line. On line. J. L. Borges Center for Studies & Documentation. Internet: 17/06/01 (http://www.hum.au.dk/romansk/borges/bsol/iainst.htm)
i Conferencia: “Una novela múltiple: Crónica de una muerte anunciada” Dr. Rafael Olea Franco
El Colegio de México


ii El texto que nos hace descubrir algo de la condición humana y, constituyen una riqueza al “proporcionar modelos de contenido, esquemas de comparación, escalas de valores y paradigmas de belleza”. Un clásico se renueva siempre con una nueva lectura, por ello “nunca termina de decir lo que tiene que decir”. Ítalo Calvino, “Por qué leer los clásicos”, Por qué leer los clásicos, México: Tusquets.

Lección de horror:Nevermore


Lo malo de las pesadillas es que parecen reales. Un sueño que te atrapa y del cual pareces no poder despertar. Mucho peor es el insomnio, es una congoja interminable en la que cada minuto de consciencia te asfixia y te remueve en un silencio sepulcral, pero sin muerte ¡Me desperté del sueño! me dijiste en tu última carta de amor ¿Amor? Nevermore fue la palabra que usaste como candado para cerrar nuestra relación. Nevermore es una lápida, el cuervo negro del desvelo que me pica las costillas cada que mis ojos pugnan por dormir.
Cuando niña, pasaba largas tardes de sábado con mi abuelo el gordo. Mis papás se casaron jóvenes y una chiquilla no era comparsa de fiesta, así que me dejaban con mis abuelos a dormir hasta el día siguiente. La casa de mis abuelos me gustaba de día, de noche, de noche me daba miedo.
A mi abuela le gustaba jugar al póker y no era una abuela tradicional, eso de los cuentos y los arrumacos con los nietos nada más no. Lo suyo era juguetear con nosotros como el gato con el ratón: ¡pedorrritas! nos gritaba, y mi hermana y yo llorábamos desconsoladas ya abue ya... Se moría de risa y nos daba una tortilla con sal.
La hermana de mi abuela era una solterona encantadora que se hacía cargo de nosotros, nos contaba los cuentos de Wilde; su triste historia con el cubano que la plantó en el altar, le robó su herencia y su virginidad. Nos contaba también la forma en que ella y sus hermanos sobrevivieron la locura de su padre y por último la orfandad. Nos llevaba al panteón a ver las tumbas de hombres y mujeres célebres mientras nos contaba relatos de ahogados, lloronas o fantasmas. Era nuestro paseo favorito.
Pero la tía pedía paz como a las siete y se encerraba a ver su telenovela mientras mi abuelo se hacía cargo. Bueno, mientras deambulábamos en torno a este gran Buda sentado al centro de la sala con un güisqui en la mano. Su quietud era la de la esfinge, a penas parpadeaba. Cuentan que más de alguno vio que un ratón se subía por su regazo como si fuera un mueble ¡Qué suerte que no fui yo! Encerrado en su mutismo el abuelo insinuaba una sonrisa mientras destrozábamos la casa. Cuando el nivel etílico subía, de la profundidad de su abdomen salía el poema de “El cuervo” de Poe. Lo recitaba en inglés y con una melancolía absoluta y grave que lograba detener cualquiera de nuestros juegos. Su voz cavernosa salía grave como el hechizo de las hadas de La bella durmiente; ese que congeló el tiempo por cien años. Así, nos quedábamos petrificadas sin entender el significado de ese funesto poema pero la voz y tonos de mi abuelo nos instaban a subir corriendo a dormir.
A esas horas la casa de los abuelos era un casco negro con grandes ventanales que agrandaban las sombras. Venían a nuestra mente los imaginarios huesos de los habitantes del panteón. Al subir por la escalera de caracol cercada entre muros que nos ahogaban, el latir de mi corazón me daba miedo y sentía que miles de ratones subían por mi pijama. NEVERMORE gritaba mi abuelo con el timbre de quien teme y añora. Temblando bajo las cobijas mi hermana y yo trenzábamos las piernas con fuerza para ser una sola y ahuyentar al miedo.
Pensaba entonces, que esa maldita palabra que remataba el silencio de mi abuelo era como bocaza de lobo que se lo tragaría todo. No lloraba, no. Eso asustaría a mi hermana, además yo era y soy la hermana fuerte, la que no se permite llorar espantada, conmovida sí, pero ¿por miedo?
La casa de mis abuelos se volvía fría y merodeaba el eco. A esas horas odiaba más a mis papás por dejarnos, porque las sábanas olían raro y eran como cartón; no tenía mis juguetes, ni mis cuentos; en cambio estaban todas esas sombras que querían borrarnos y los miles de ratones que creía acechando, esperando la oportunidad de que fuera al baño. Y no iba. Me hacía en la cama y las sábanas olían peor y el frío era insoportable, mi hermana lloraba y yo quería entonces que esa maldita palabra nos tragara de una vez. Era una invocación patética que suscitaba sombras, ratones y al cuervo del insomnio que cantaba cada segundo su tic tac. La muerte cobraba vida entre las cortinas, en el cosquilleo de mis pies o en la humedad acida de mis piernas. No podía llorar, ni gritar, Sólo tiritaba. Mi hermana sollozaba un poco, fingía dormir o dormía de veras.
Al día siguiente la casa se llenaba de sol, mi abuelo volvía a ser un gordito encantador parecido a Santa Claus, mi abuela con sus tubos en el pelo guisaba la comida de domingo y la tía con las perras esperaba en la puerta para correr todas juntas por el panteón.
El tiempo ha pasado y todo aquello se volvió idílico, incluso los terrores nocturnos que me conciliaron con Poe. Leí muchos de sus cuentos o casi todos y le di el rostro inexacto de Vincent Price por culpa del cine. Nunca memoricé el poema aunque siempre tuve ganas, más por el sabor de las palabras en mi boca que por su significado, más por saber que era yo la que tenía ese Nevermore entre los labios y no él a mí.
Logré dominar muchos miedos, el último, a las ratas y ratones. Antes no podía ni ver un conejo sin sentirme desolada. Siempre me gustaron los cuentos de horror, pero de ese miedo acechante y sin forma, no el monstruo grotesco ni la sangre a borbotones, no. El miedo latente de lo desconocido, una fuerza negra que lo anula todo y que parece esconderse bajo la cama o tras la puerta. Esa que parece seguirnos de cerquita con la destreza de no mostrar el rostro pero dejarse sentir pesada y silente, omnipotente.
Quiero pensar que hoy que te he confesado que te quiero, que por un instante tú correspondiste y con ello todas las sombras se pusieron a bailar, no fue un espejismo. Que la frase aquella “Desperté del sueño” no fue un preludio de adiós, sólo la frase que hizo que mi corazón subiera a mil por hora la escalera de la casa oscura que ya me sé; que el desafortunado NEVERMORE que acompaña la negativa a hacerme tu amante no me devorará, porque hoy se que no jugamos el póker de la abuela y un “TE AMO” no se mata con un “Nevermore” . Que el güisqui que me bebo mientras leo a Poe busca reordenar palabras para invocar de nuevo, porque ya no temo a las sombras y si algo siento son mariposas por todos lados y no murciélagos o ratones, porque te extraño y no hay nada que haga que las sombras paren de bailar.

jueves, 8 de julio de 2010

Te sigo


Te sigo
Te sigo como las palabras siguen a la vida
Que proyectan en lo blaco su errante sombra
La vida fluye y se despide a diario
Las letras quedan y amonedan el instante
Todo parece vida, sombra y letra
Solo las estrellas escriben en el espacio negro de lo etrno
Yo, te sigo
El tiempo, escribe
El cielo cambia
Y las estrellas son las únicas parteras
Te sigo…

Lección literaria


«De todas las palabras que la pluma o la lengua pueden decir, las más tristes son: habría podido ser...»
John Greenleaf Whittier


¡Es un cuento, no llores! Me dijo mi madre mientras nos leía a mi hermana y a mí. El cuento era el de la chica que vive bajo el mar, la sirena que quiso cambiar su mundo submarino por vivir en la superficie. Se enamoró de un hombre de tierra. Pensar en ese mundo bajo el agua, a mi hermana y a mí, nos resultaba fascinante, ambas gustábamos de cubrir con un gran tul azul nuestra cama para simular el mar. Éramos sirenas que no sabían cantar, bueno sí sabíamos, pero no nos gustaba ser aquellas arpías que embaucaban marineros. Era más lindo ser sirenas de buen corazón.
A mi madre siempre le gustaron los libros, nos leía con regocijo, nos contaba cuentos sentadas ante la chimenea. Lo mismo era Ulises que Blanca Nieves, el noviazgo de la tía Martha o sus propias travesuras de infancia.
Hija ¿Por qué me pides que te cuente el mismo cuento tantas veces si siempre te hace llorar?
Hasta la fecha desconozco la respuesta, quizás sea porque pienso que el triste final un día será compasivo, las palabras se desgastarán conmovidas por la tristeza de la sirena convertida en espuma de mar. O tal vez los dioses se apiaden y entre las olas aparezca Ariel transmutada en Afrodita. Esta diosa del amor fuerte y vigorosa dispuesta a dar un final feliz. Nunca pierdo la fe.
Ya mayor, he trastocado el final yo misma y de mil formas. Tal vez, castigada por eso, estoy presa de una novela que en un principio fue mi aliada. La trama habla, también, de una historia de amor, los protagonistas se buscan, se encuentran y se revisten de máscara para no ser humanos, para ser arquetipos idílicos e inmutables.
“Action is Character” dijo alguna vez Scott Fitzgerald. Obedeciendo a dicha sentencia, me molesta que los personajes, en el clímax de su historia, eludan la decisión que los condene o los redima; es el caso de la Sirena que cumple una maldición tan sólo por salirse de los márgenes de la playa. La novela que me atrapa es diferente, los personajes eligieron, ella la venganza, él, el sacrificio. Comprendo al autor, ha dado el final perfecto, pero yo no he cometido delito alguno para ser rehén de esta trama que busca condenarme a un desenlace que no obedece a los indicios de la historia que yo protagonizo.
Me explico, todo comenzó de este modo: el hombre al que amo y yo, contuvimos un afecto que ahora señalo sin tapujos, lo hicimos por una y mil razones que no explicaré porque me rehúso a convertir en historia de amor el argumento que me condena sin merecerlo.
Los roles estaban dados, ambos éramos los personajes principales a nuestro modo, unas veces fungiendo de actantes y otras de adyuvantes, otras de objeto y otras de sujeto. Todo marchaba en orden más tuvimos que alejarnos del escenario habitual, cada uno a un escenario distinto.
Supongo que la ansiedad de estar separados orilló a mi compañero a lanzarme como anzuelo citas textuales de forma irresponsable y lo digo así porque él conocía mi naturaleza que tiende a detonar la acción, lo tengo en el código genético. Las citas de la novela y los personajes originales comenzaron a quedarnos como traje a la medida y ahh, se volvió un juego encantador que sacó la pasión contenida a la superficie. Fascinados, portamos máscaras venecianas, disfraces y hasta nos dimos el lujo de cambiar de género, él se vistió de mujer y yo de hombre. Nos atrevimos a cambiar incluso el género literario. Con destreza pasamos del teatro a la lírica, seguimos el sendero del cuento, el retrato de costumbres y la alabanza pastoril. Fuimos todo un carnaval. Le confesé mi amor y lo invite a construír, sino un final feliz, al menos un presente esperanzado.
Mi amado antagonista arrebató de súbito la pluma al novelista y, como puñal, extirpó la piel a esa novela y quiso que fuera nuestra capa, intentó condenarnos a repetir el mismo desenlace.
Rebelde como soy me niego, trato de encontrar ante este caos una alternativa y no el destino que me supone una tal Francesca que, a su vez, es giño de otra que gravita en el Infierno. Intenté responder con un florete veneciano que evoca frases populares, estrofas de canción felices pero él no lo permite, su pasión por el hilo narrativo que lo ha cautivado es más grande que lo que siente por mí y su puñal cala más hondo que mi florete.
¿Sirena o Afrodita? Me diluyo en espuma de mar, pero antes de hacerlo decidí escribir esta historia en la arena para convocarlo a escribir conmigo un final incierto pero inédito y nuestro. Riesgoso pero libre de diálogos ajenos, notas a pie de página o acotaciones forzadas.

Lección de historia



¡Cada quien tiene su Waterloo! Dijo mi padre aquella mañana de domingo mientras conversaba con mi abuelo en su estudio. Los únicos convocados éramos, mi padre, mi abuelo y yo, entonces una niña de ocho años.

Por primera vez me sentí miembro de un club exclusivo, los dos hombres que más admiraba me hacían partícipe de sus charlas importantes. Aquella frase con la que abro el relato, sentí en ese momento, era la entrada perfecta para hacer una pregunta. Acometía sin saberlo mi primer acto de seducción.

¿Qué es Waterloo? Increpé con avidez y ojos desbordados a mis dos hombres. En seguida comenzó una amistosa batalla de sapiencia y de palabras que me posicionó en el centro pero, que poco a poco, me hizo desvanecer de nuevo. No sin provecho, debo decir.
Pronunciaban palabras como niños que degluten dulces y se embarran la ropa con gozo: Bonaparte, tropas británicas, Wellington, son palabras que iban y venían con énfasis particular. Mi abuelo pronunció con deleite y en su buen alemán Leberecht von Blücher, y mi padre aludió a Bélgica, ambos coincidieron en un año 1815.

Luego apareció la isla de Elba y quise materializarme de nuevo así que volví a preguntar ¿Y qué pasó después de Elba? En ese momento mi padre me dio mi primer curso sobre medios de comunicación. Quién me iba a decir que la historia de ese minúsculo gran general condicionaría mi pasión por los medios y, me aportaría, una valiosa lección de amor.

La historia que mi padre contó a continuación y un romance personal guardan una relación tal que, han quedado en mi memoria entretejidas como si fueran dos hilos que dibujan una trama, por ello las compartiré así contigo, a ambas les corresponde un titular célebre y una frase de amor que paulatinamente se enfrían:

EL MONSTRUO escapó de su lugar de destierro.
Mi padre contó que tras el destierro y pausado regreso de Napoleón a París, los titulares del periódico francés Le Moniteur dejaron ver que el coraje o valor, depende de la distancia. Así, el titular que asiento como primero, obedece al primer encabezado de dicho diario cundo Napoleón zarpaba de vuelta a casa.

Abel era mi compañero en la universidad, tres o cuatro cursos arriba, lo que lo supone algunos años mayor. Una mañana melancólica lo vi sentado en la biblioteca y, sin saber por qué, me senté a su lado y le propuse que fuera mi amigo. Ese fue el inicio de una relación profunda. Se volvió mi confesor en amores, proyectos, en fin, el gran amigo. Sentí siempre que una gran atracción estaba presente a pesar nuestro y , que en lugar de enturbiar la relación, la hacía más entrañable. Abel se graduó y se fue a hacer un postgrado fuera del país. A partir de entonces nuestra relación se hizo más intensa, no sé, habrá que culpar a la nostalgia pero también a la distancia.

La emoción se apoderaba de mí cada mañana al buscar en mi correo su comunicado del día, sus opiniones sobre la novela en turno, la descripción del paisaje y hasta su repudio por la humanidad. Escondidas entre citas textuales se orquestaban también una declaración de amor con dos remitentes, no sé quién comenzó, ni sé quién se aprovechó más de la ambigüedad de las palabras pero lo cierto es que El MONSTRUO, esa pasión contenida que vivía en destierro, se había escapado.

EL OGRO CORZO ha desembarcado en Cabo Juan.
Cierto es que no hubo un te quiero descarado o un impúdico te deseo, nuestras mañanas o noches epistolares se dedicaban a desnudar un paisaje, a declarar la importancia que cada uno y desde nuestra frontera, significábamos para el otro.

El único pacto que existía entre nosotros lo estableció Abel el día mismo en que nos conocimos, no sé si fue premeditado, un ardid o un error táctico, dijo:

--Hacer el amor cambia las relaciones y enturbia la amistad. Tomé aquello como una petición de principio y la asumí obediente. Creo que no siempre estuve de acuerdo pero entre mayor era mi cariño, también lo era el miedo a perder al amigo con el que mejor me entiendo.

EL TIGRE se ha mostrado en Gap. Tropas avanzan para detener su marcha ¡Concluirá su miserable aventura como un delincuente en las montañas!

Diez fuero los días clave. Como diez los titulares que acusan el miedo o respeto de la población francesa a medida que Napoleón muta de monstruo a emperador.

Fueron diez los días previos al regreso de Abel a México, diez, los que dieron vida a estas letras. A mi corazón le era cada día más difícil disimular y el idiota me despertaba por las madrugadas batiendo en sonata taquicardia o me delataba con la familia que se molestaba con mi obsesión de ir a checar mi correo incluso en medio de la comida de domingo.

EL MONSTRUO ha avanzado hasta Grenoble

No compartiré aquí nuestras frases amorosas, esas son nuestras y de nadie más, requieren para ser leídas con pericia, un contexto, un sentimiento y la complicidad de la distancia, pero sobretodo, de una novela en particular. Lo que sí puedo decir al respecto es que, a partir del octavo día previo a su regreso, los mensajes comenzaron a tomar distancia de los temas amorosos. Terminamos la novela y su comentario, la ambigüedad se fue disipando y mi mente triste no pudo, ni a palos, cifrar besos ocultos.

EL TIRANO está ahora en Lyon. Todos están aterrorizados por su aparición.

Sé que no puedo culpar a nadie y que, quizás, el gran amor se esconde en una mejor amistad, en preservar lo que nos une sin atentar con una pasión arrebatada. Conservar el diálogo perfecto que nos acompaña desde hace tiempo y que se presenta como la guarida perfecta a relaciones insatisfactorias, a un país que desanima, a un pasado irreparable y a un futuro sobre el que escribimos, pero sobretodo, a un presente perfecto que parimos juntos cuando nos miramos a los ojos.

EL USURPADOR ha osado aproximarse hasta 60 horas de marcha de la capital.
El problema es, quizás, el sinsabor de pensar que se ha interpretado de más o que se ha presionado a lo indebido. Uno puede vivir con el ridículo, el amor lo es de por sí, eso lo reviste sublime. Pero atentar contra la amistad, ese debe ser el peor de los pecados.

BONAPARTE avanza a marchas forzadas, pero es imposible que llegue a París.
Este cuento se fue cocinando entre desvelos. Para mí todo acto de amor es un acto creativo, bueno o malo, eso no lo sé pero siempre es un consuelo.

NAPOLEON llegará mañana a las murallas de París.

Me apadrinaron dos hombres: mi abuelo y mi padre, desde entonces amo la historia, las historias.

Los medios de comunicación vinieron después. Me interesó la publicidad ¡Esa seductora! Desde niña cantaba de memoria cientos de gingles y coleccionaba anuncios de revista para tapizar mi cuarto. Eran micro historias de seducción. Me entré luego, cundo estudié literatura que las palabras seducción y destrucción, comparten en griego un solo vocablo. Difícil negra el encanto y repudio que hoy me causan los anuncios comerciales.

EL EMPERADOR NAPOLEON se halla en Fontainebleau.
¿Seducción o destrucción? Slogan que propongo a cambio de la gastada sentencia Shakespeareana.

Abel escribió hoy. Su misiva se centra en el repudio a México, este país nuestro que se inunda en trámites, corruptelas y sangre. Lo sé y me duele, por eso dejé de escribir sobre Él, sobre mi país.

Supongo que Abel viajará a México, subirá al avión y comenzará su choque con el rostro mexicano. Paisanos escandalosos con más equipaje del permitido, con menos dinero del que llevaron; autoridades abusivas; trámites desmedidos y esperas agónicas. Se sentirá avergonzado, dolido y sin esperanza

Ayer en la tarde SU MAJESTAD EL EMPERADOR DE FRANCIA hizo pública su entrada a las Tullerías. ¡NADA puede exceder el regocijo universal!

Este cuento es, quizás, mi última pregunta.
Abel es mi amigo, quiero a Abel, mañana regresa…

sábado, 19 de junio de 2010

Carlos Monsiváis: entre Hipnos y Tánatos





Antes le temía al ridículo, ya no. Ahora le temo a la idea de escribir un texto y al releerlo decir: esto ya lo escribí, y entonces darme cuenta no de que me estoy plagiando a mí mismo, sino que ya me cloné. A eso le tengo mucho miedo.
Carlos Monsiváis

Todas las noches, sin advertirlo, una guerra se debate sobre nuestro lecho. Hipnos y Tánatos, como dos luchadores enmascarados se disputan el alma. Los que seguimos aquí podemos decir con esperanza que Hipnos está de nuestro lado lo mismo que nuestros sueños y proyectos. Quiero pensar que Carlos Monsiváis amante de la lucha libre, finalmente, falló a favor de Tánatos, su hora había llegado. Un ensayista sin par habrá encontrado todos los motivos, habrá sido, de seguro, una decisión técnica, sopesada con sufrimiento pero con elocuencia.
¿Quién debe hablar de uno cuando se muere? Yo creo que los amigos. He sido amiga de sus letras más no del hombre , lo vi una vez cuando presentó un libro de Adolfo Castañón, entonces mi jefe. Lo odié porque como súbdito leal de quien paga la nómina no entendí porque presentaba un libro de su amigo Adolfo y lo juzgaba con severidad. Advertí con el tiempo que el buen crítico sólo es fiel a la verdad, con su óptica de la realidad. Comprendí que, al ser sincero, era buen amigo y buen crítico. Validaba a la obra y al amigo con el buen gusto de la mesura y de la razón.
Adolfo Castañón le escribe un ensayo y lo recubre con el título "Un hombre llamado ciudad", para los que amamos a la ciudad de México más allá de sus excesos, o incluso por ellos, sabemos que Carlos es el hombre ciudad porque con su mirada ayudó a conformar la urbe que no duerme. Me parece verlo perdido entre la multitud en el Ángel de la Independencia, sopesando la actitud de los fanáticos que celebran al fútbol; escondido tras sus gruesos escudos ópticos, seguir con sigilo a políticos despistados o cantantes de rock. Será que más que un escritor fue testigo, confesor y partero del México de hoy.
En otro momento Castañón ubica la inteligencia de Monsiváis junto a la de Erasmo, Russel, Ortega, Paz, Fuentes, Vargas Llosa, Zaid y Savater, hombres que recorrieron “De la cátedra al periódico, del archivo a la televisión, sacando a la literatura o a la filosofía de sus casillas. Dignificando con humor...y polémica…esquivando las ortodoxias, la historia de bronce. El libro de texto mercenario, la popularidad fácil”.
Su editor, Jorge Herralde, lo llamaba la pluma más rápida del Oeste y Juan Villoro pensaba en Monsiváis "como un turista japonés que llega antes que tú a todas partes". Sergio Pitol lo consagró como el cronista de nuestras desventuras y prodigios, el "documentador de la fecundísima fauna de nuestra imbecilidad nacional". Me rehuso a hacer una reseña de sus premios que son muchos, de sus textos que son más, me quedo con la mirada insustituible de un mexicano que nos invita a reconsiderar, a reflexionar y hasta a reír de nuestra humilde condición.
En una de sus últimas entrevistas admite que el mundo ha cambiado tanto y que ya no se parece en nada a lo que él conoció, por ello quizás, y por esta escritura apresurada que se niega a la perfección Carlos decidió fallar a favor de Tánatos. “Horrenda cosa es ser un analfabeto tecnológico” advirtió, y yo aterrada, temo su mirada omnipresente que de seguro juzgará severa el adiós que con nostalgia le proyecto desde un blog.

Referencias:
Castañón, Adolfo. América Sintaxis. México: Aldus. 2000.
----- "Carlos Monsiváis: un hombre llamado ciudad", en Arbitrario de literatura mexicana. Paseos I. México, Vuelta, 1993.
Doria, Sergio. “Entrevista con Carlos Monsiváis” http://www.barcelonametropolis.cat/es/page.asp?id=22&ui=89

Adiós Saramago


"Es conveniente que las despedidas siempre sean breves. No es esto un aria de ópera para poner ahora un interminable adio, adio. Adiós”. José Saramago

Los dos puntos de la línea dialogan sin censura:

“Todos los días tienen su historia, un solo minuto daría para contar durante años, el mínimo gesto, el desbroce minucioso de una palabra, de una sílaba, de un sonido…”

La conversación termina

Asciende y converge en un solo punto:

“Cerremos esta puerta.
Lentas, despacio, que nuestras ropas caigan
Como de sí mismos se desnudarían dioses…
No hablemos pues, sólo suspiremos
Porque el tiempo nos mira.
Alguien habrá creado antes de ti el sol,
Y la luna, y el cometa, el espacio negro,
Las estrellas infinitas”

El silencio, creador que ciñe para ordenar la historia:

“El viajero es feliz. Nunca en la vida ha tenido tan poca prisa. Se sienta al borde de uno de estos sepulcros, acaricia con las puntas de los dedos la superficie del agua, tan fría y tan viva, y, por un momento, cree que va a descifrar todos los secretos del mundo. Es una ilusión que lo asalta de muy de tiempo en tiempo, no se lo tomen a mal”

Un viajero se va y otro llega sin dejar murmullo,

Una voz sin notas fluye interna y no pacta:

“Asistimos a lo que llamaría la muerte del ciudadano y, en su lugar, lo que tenemos y, cada vez más, es el cliente. Ahora ya nadie te pregunta qué es lo que piensas, ahora te preguntan qué marca de coche, de traje, de corbata tienes, cuánto ganas… “

Es la glosa discreta de una música personal y tolerante

Acordes que permiten que al otro lado de la playa alguien más

En el silencio

Edifique su propia peripecia:

"He aprendido a no intentar convencer a nadie. El trabajo de convencer es una falta de respeto, es un intento de colonización del otro".

Bajo el cielo de estrellas palpitantes se esconden las palabras:

“Sobre la página de un libro se puede llorar, pero no sobre una computadora”

Y qué hacemos entonces con nuestros ojos ciegos que extrañan tu palabra

Los rumores de luz multiplican las visiones

El silencio es prodigio

El silencio es creador

El silencio es remanso

Saramago no dirá más.

viernes, 30 de abril de 2010

Los símbolos que sobrevivirán


Desde dónde definir un símbolo? Me alineo con Ricoeur y con Kant. Con éste, ante la posibilidad del símbolo de operar como llave maestra que trama el traslado entre el mundo estético y el moral. Con Ricoeur, con los atributos de lo polisémico. El símbolo como posibilidad inagotable que tiende un camino, un contrato abierto, una invitación, un acertijo que, para ser plenamente, reclama la participación de otro para completarlo. Humilde e incompleto como el hombre mismo.
Me parece aburrido hablar de la hoz y del martillo, las nuevas generaciones no lo entienden ni les importa; de la imagen del Che como logo de playera; de la Monroe e incluso de la pastilla anticonceptiva que, para las niñas de hoy, es un parche que se olvida. Me concentro, desde mi limitada óptica, en posibilidades futuras, en los indicios del pasado que se proyectan hacia el futuro.
Aquellos que me tatuaría en la piel como advertencia:
1. Los muros y fronteras que, aunque se derrumben, siempre amenazan con volver.
2. Los Beatles, por supuesto.
3. La pipa de Magritte, que nos recuerda la humildad insignificante de las representaciones.
4. La pantalla (cine, la mamá de todas, TV, celular Ipod… you name it) y la ventana como posibilidades del conocimiento vicario.
5. El dólar y su omnipotente poder que, aun cuando pierde, gana.
6. Las Vegas como capital del sin lugar, de la soledad absoluta, de los paraísos artificiales y de la modernidad. El lugar más triste de todos.
7. El vampiro como arquetipo aspiracional (símbolo de la contradicción de estar vivo y muerto a la vez, el deseo de vida eterna, del erotismo bisexual, de la maldad y bondad que nos habita, de la juventud perenne). Ya muy cansado, por cierto, y sus últimos engendros anuncian su agotamiento.
8. El papel y el libro que se volverán objeto de culto, último recinto material de la palabra hecha de tinta.
9. La arroba por tolerante, por ser como flecha ultrasónica que no conoce distancias.
10. La espiral ADN, nuevo texto descifrable.
11. El mortífero hongo nuclear, recordatorio permanente del siglo más cruento de todos.
12. El rizoma, aspiración de un nuevo orden sin orden.
13. La luna porque, aunque llegamos, aún es misteriosa, porque creímos conquistarla y ni siquiera todos los versos juntos de todos los poetas en todas las lenguas pueden descifrarla.
Y me quedo en 13 por todo lo que el número representa (ah y no es albur).

Pornografía, erotismo y literatura




En un esfuerzo por ligar literatura, erotismo y pornografía me surge una metáfora de Octavio Paz, una diosa fundamental y un relato largo que de forma fálica (lineal como se encadena el discurso) atraviesa estos conceptos.

Sirva la metáfora a modo de mapa. Paz nos dice que sexo, erotismo y amor, son tres nociones complementarias que dan como resultado el verdadero amor[i]: éste que implica al cuerpo, a la imaginación y al deseo de posesión de un ser por completo. ¿Pero cómo emprendemos la ruta por este florido mapa? Comencemos por las raíces que para Paz representan el sexo.

El poeta distingue entre la sexualidad animal y la humana, esta última no se fundamenta, solamente, en la reproducción sino que se alimenta del erotismo que desvía el impulso reproductor para transformarlo en una representación. De antemano aceptemos que, la sexualidad, más allá de cualquier inclinación ideológica es, indiscutiblemente, centro de la experiencia humana desde la fisiología hasta la mística.

Pensar en la distinción semántica entre erotismo y pornografía me parece oscuro, el diccionario trata a estos términos como si fueran dos hermanas, a una la marca con la humillante letra escarlata de obscena y al erotismo lo salva su condición artística, es decir la piruja y la santa[ii]. Me amparo al dicho de Umberto Eco "No soy de los que consideran que el valor artístico lo absuelva todo” [iii].

La sublimación del lenguaje como posibilidad erótica, al igual que la teatralidad que requiere el espectáculo pornográfico, invitan a una percepción narrativa que, por un momento, suspende su quehacer cotidiano para internarse en un mundo alterno. Uno, hecho de palabras, el otro de imágenes que privilegian e imponen la mirada. Dos ámbitos que persiguen el éxtasis, vivencia intensa que pretende invocar la tangibilidad de una “realidad fantásmica”[iv].

Son terrenos de la pornografía los espacios lúdicos de la representación del coito, relatos de relaciones sexuales, una invitación a la mirada de un tercero que participará como testigo con la consigan o el deseo de ser excitado por dicho relato.

No me ocupa ni me interesa la delimitación moral entre erotismo y pornografía mucho menos entre arte y consumo, diré solamente que la tenue división entre estos dos esfuerzos de la imaginación se dirime en su propósito: “Son obras pornográficas aquellas que se hacen, se comercializan y se consumen como excitantes sexuales, encarnando las fantasías sexuales de la audiencia” [v]Y la pregunta obligada será ¿Y el propósito del erotismo? También persigue la excitación pero, quiero pensar, no solamente sexual, sino de la imaginación a la que se invita a participar para llenar aquello que se insinúa y no se muestra plenamente como en la pornografía. ¿Mostrar o sugerir? that is the question.

Picasso por ejemplo no encontraba diferencia alguna. Creo que el arte echará mano de todo cuanto sirva a su propósito y si no, preguntémosle a Henrry Miller y al propio Paz cuyos capítulos de la Llama doble encendieron algo más que mis mejillas.

En mi recorrido por esta flor inmensa me centro pues en el erotismo por el cual reconozco especial devoción. Es el tallo de nuestra flor, nos dice Paz, es la capacidad de desear a la distancia, no se constriñe a un escenario como en el caso de la pornografía, ni se limita a la vista. El erotismo es el espacio flotante de la ensoñación donde el deseante reconstruye recuerdos y organiza fantasías. “El erotismo es sexualidad transfigurada: metáfora” (Paz: 10) Es algo más allá de la realidad que la origina.

El erotismo es la metáfora de la sexualidad y la poesía es la erotización del lenguaje. Así, pensemos en Eros como un daimon o realidad intermedia que conecta el mundo sensible con el mundo inteligible por medio de las ideas.

George Bataille divide el erotismo en tres modalidades: el erotismo de los cuerpos que se remite al deseo carnal y se orienta hacia el acto violento de la posesión; alcanzar al ser en lo más íntimo hasta llegar al desfallecimiento. El erotismo de los corazones es una pasión que se paga, o al menos pretende la reciprocidad y puede surgir del erotismo de los cuerpos, pero persigue la felicidad en una identificación moral profunda; se trata de un sentimiento más violento que la pura pasión física, pues engendra un desorden tan grande que se resuelve en una felicidad dual compuesta de gozo y sufrimiento. El erotismo sagrado toma al cuerpo y al placer como expresiones divinas, como vías de comunicación hacia la nada, el todo, Dios o el universo.

En términos generales, el erotismo es para Bataille una sensación de deseo y vértigo, un estado alterado de los ánimos que busca en el amado un refugio ante la muerte. Es la compenetración con el otro, que nos hace inmune, aunque sea por un momento, al trágico destino de discontinuidad del ser. La muerte por tanto no puede separarse del sentimiento erótico que, inconscientemente, se vincula con el acto sexual.

Bataille equipara el acto sexual con un acto de sacrificio, donde una parte activa (masculina) o sacrificador y una pasiva (femenina) o víctima, liberan sus instintos hasta que logran una fusión que alcanza, por un instante, disolver las barreras individuales del abismo que nos separa “Ese abismo es, en cierto sentido, la muerte” (Bataille: 17). Para este autor la experiencia erótica tiene una dimensión de experiencia religiosa en cuanto encuentro, comunicación, ascenso y liberación, en suma, un contacto con lo sagrado que se opone a la continuidad y repetición de la experiencia cotidiana.

De estos dos componentes: flor y tallo, surge para Paz, el amor, tema que quedará pendiente porque escapa a la reflexión que nos ocupa. Pasemos entonces a una diosa primordial: Afrodita.

Podemos imaginarla surgiendo adulta de entre la espuma del mar, no es hermana de nadie, es efluvio que emana de la castración del cielo (Urano) por su hijo el tiempo (Cronos). Su mito nos cuenta que fue transportada por las horas, acompañada del amor (Eros) y el deseo (Himeros). Imagino que es por ello, la única, capaz de suspender el tiempo.

Cuentan que en el Olimpo no existían las sombras hasta que su presencia comenzó a eclipsar a las otras diosas. “…simboliza las fuerzas irreprimibles de la fecundidad, no en sus frutos sino en el deseo apasionado que enciende entre los vivos” (Chevaliere: 52) Es la diosa del amor en su forma meramente física, el deseo y placer unánime de los sentidos. De sus diferentes nombres se derivan distintas atribuciones: Urania: amor ideal; Genetrix: favorecedora de la procreación; Pandemos: amor profano; Porné: protectora de las cortesanas ¿Podría ser también de la pornografía apelando a la semejanza etimológica? Epitumbia: la de las tumbas. Si algo podemos concluir es que en toda su belleza Afrodita representa vitalidad, gozo sensual que en otros tiempos se consideró una perversión y hoy puede ser la diosa que sublima el amor salvaje integrándolo a una vida verdaderamente humana.

Afrodita es la vida misma, esa que nos es inaccesible, esa que se nos escapa. Aferrados a ella como Pigmalión a su encarnación Galatea, la poseemos a ratos en el cuerpo de un amante para vislumbrar el vértigo eterno que encarna su presencia. Diosa inalcanzable que promete el paraíso y cuya negativa implica la muerte.

Por último, hablemos del lenguaje. Su disposición lineal construye el discurso que pretende penetrar la mente de quien lo recibe con el objetivo natural de comunicarse, éste se desvía cuando se pretende literatura. Es en la literatura donde el lenguaje corrompe su cauce comunicativo de igual manera que el erotismo se aleja del fin de procrear. Ambos trascienden su objeto para crear imágenes, para escapar al tiempo por vías de la sublimación. Ambos proyectan un mundo que se escapa al cotidiano. Implican el exilio entre dos: el amante y la amada, el autor y su lector.

El erotismo y la literatura comparten el mágico territorio de lo imaginado, en él el consciente y el inconsciente proyectan juntos los fantasmas de nuestras fantasías y ponen ante la consciencia del hombre la cuestión del ser.

Así pues, son la literatura y sus mundos los que dispuestos linealmente encarnan un falo que atraviesa nuestras quimeras. De ese modo espero haber penetrado tu pensamiento querido lector, con la ilusión de que mis palabras, si no fueron provechosas, al menos despierten placenteramente tu deseo y curiosidad.

Referencias y consulta:

Abagnano, Nicola. Diccionario filosófico. Fondo de Cultura Económica: México, 1998.

Paz, Octavio. La llama doble: de amor y erotismo. México: Seix Barral, 1994.

Chevalliere, Jean . Diccionario de símbolos. Barcelona: Herder, 1986.

Rougemont, Denisse. Amor y occidente. Barcelona: Kairos, 1979.

Bataille, George. Erotismo. , Taurus: Madrid, 1971.

Ledesma, Manuela. “Consideraciones sobre la presencia del erotismo en la literatura en Erotismo y literatura (Seminario 98/99) Universidad de Jaén.

El presente texto es parte del proyecto “El otro calentamiento global” que dirige el Dr. Héctor Sánchez-Benítez que se lleva a cabo con estudiantes de la carrera de Comunicación del ITESM Campus Toluca. Su objetivo es conocer la forma (abierta, expuesta) de presentación del discurso de forma y de fondo sobre temas sexuales en los medios de comunicación (impresos y audiovisuales) que trata de dar respuesta a la cuestion de si la apertura sexual generalizada en los medios de comunicación favorece las prácticas sexuales de la sociedad o provoca desviaciones.

En lo personal, me interesa la filiación entre pornografía, erotismo y literatura, poniendo especial énfasisen estos dos últimos temas. La participación de los alumnos desde la materia que yo imparto (Literatura mundial contemporánea, para la misma institución) tendrá como objetivo observar si la apertura sexual generalizada en los medios de comunicación favorece esfuerzos o consumos estéticos y verificar el consumo y popularidad de la literatura codificada como erótica. Finalmente deseo que lleguemos a la reflexión sobre si es o no el erotismo una alternativa capaz de aportar actualmente una vía de conocimiento del uno mismo alejada de la pantalla ilusoria de esta sociedad de consumo.





[i]Apegado a la tradición filosófica Paz insiste en la idea de amor de pareja como la que representa la totalidad de dicho concepto, en este sentido me atrevo a corroborar con el diccionario filosófico de Nicola Abbagnano en donde el autor nos dice que cualquier otra inclinación del espíritu puede encontrar otro término semántico que sustituya el de amor. Es sólo la relación de pareja la que no encuentra hogar en otro término afín.

[ii]RAE: Pornografía. Carácter obsceno de obras literarias o artísticas. 2. Obra literaria o artística de este carácter. 3. Tratado acerca de la prostitución.

Erotismo. Amor sensual. 2. Carácter de lo que excita el amor sensual. 3. Exaltación del amor físico en el arte.

[iii] U. Eco, "Como reconocer una película porno", Segundo diario mínimo, Lumen, Barcelona, 1994, 196.

[iv]La expresión la tomo de la Introducción de Max Gubern a su libro La imagen pornográfica.



[v] D. Jones (ed.), Censorship. A World Encyclopedia, Fitzroy Dearborn, London, 2001, vol. 3, 1907: "Pornography is the depiction of sexual behaviour in the arts and media that is intended to cause or does cause sexual arousal".

Sin control natal


Cuando me embaracé a destiempo mi madre me gritó:
¡Pareces como las indias! ¡No se puede ir por la vida echando hijos sin saber su futuro! Pero se me hizo afición y voy por ahí, sin respeto alguno, pariendo palabras como mujer humilde pero alegre. Las escupo a la vida con placer y con los pocos cuidados que me permite mi pobre sintaxis y mi mala ortografía, no lo sé y no pierdo el tiempo pensando en eso. Me instalo en el regocijo de sentirlas a sabiendas de que no les puedo proveer un buen futuro.
Como no soy de estrategias complejas ni de grandes recursos, las forjo así por las banquetas o se me escurren por las esquinas como a esas gatas promiscuas que abandonan a sus críos para parrandear de nuevo saltando de techo en techo.
Lo cierto es que cuando las tengo en los brazos por vez primera las estrujo con alegría y omnipotencia, como la chica cándida que descubre a su vástago aferrado al pezón bebiendo con avidez. Cuando creo que están listas (aunque siempre me quedo con la zozobra de pensar que nunca lo estarán del todo) las dejo libres para que corran por las calles como mocosos sin rumbo.
Ellas sabrán perdonar la inconsciencia y egoísmo de su madre, ese hedonismo vano que me hace engendrarlas para mi regocijo y a pesar de lo incierto de su porvenir.
No creo en el control natal. Pensarlas es ya un orgasmo, parirlas un éxtasis profundo.
Luego, claro, viene la depresión post parto y miro a mis palabras escuálidas pero prometo que las querré de todos modos. A veces, debo confesar avergonzada, las refundo en un cajón para no verlas y lloro a escondidas porque no supe criarlas mejor.
Sueño, a pesar de todo, que unas romperán malos presagios y crecerán sanas. Seguro me olvidarán, tendrán larga vida y no reconocerán más padres que los labios húmedos que las pronuncien.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Manifiesto de mí que:


Soy compulsiva, me resulta difícil poner freno cuando una actividad me ha seducido. Por cierto odio las imposiciones y prefiero la seducción como método y motivo. Me encanta leer pero soy antes que nada una teleadicta como buena representante de mi generación. Mucho de lo que escribo se inspira en esta “caja idiota” que , al menos a mí me fascina. No es raro que le prodigue por ello grandes y exagerados cuidados a mi computadora pues es al tiempo mi televisión, cine particular, memoria, mi gran cuaderno y me correspondencia con el mundo.
Me encanta bailar y lo hago mal pero eso no disminuye mi placer; canto peor y no por eso me callo.
Mi héroe de la infancia es Hechizada, lo es por las cosas más simples y triviales, es bonita, tiene una familia feliz, es bruja y es publicista. Un movimiento de su nariz detona miles de historias. Lo tiene todo belleza, amor y poder ¿se puede más?
Los postres y dulces me orillan a la gula a grados tales que preferiría morir a no comerlos y por eso recurro al ejercicio como antídoto ante la amenaza de gordura que acecha mi herencia genética. Odio las reglas pero las sigo por disciplina, me hechizan las buenas series de televisión como la luz a las moscas. La primera fue The twilight zone misma que condicionó mis gustos literarios que se inclinan siempre hacia lo fantástico. Me engolosino con las películas de gángsters y criminales, mi gusto por el cine abarca todos los géneros y derivados.
Lloro con la poesía, con ciertas canciones, con el himno nacional y hasta en los festivales escolares. Lloro fácil, igual me río. El piropo más lindo que he recibido me lo dijo mi hija pequeña: “Mamá tú siempre eres feliz”. Claro que no es del todo cierto pero no deja de ser un buen propósito y un excelente slogan publicitario.
Me encantan las mentiras como germen literario , más me gustan sus abuelos los mitos, sobretodo los griegos. Procuro usarlas poco en el discurso diario porque se enredan y te confunden. Digamos que mi estrategia de ocultación la saqué del cuento de Poe “Carta robada”, así que aquello que pretendo ocultar, como la carta del cuento, lo posiciono a la vista para que pase inadvertido.
Soy narcisista por estrategia de supervivencia pues mi criptonita es el abandono, un dolor que me anula y aniquila. Así que desde chica he procurado un idilio conmigo misma y mantengo un diálogo a veces doloroso otras fructífero y que se plasma en escritura como hago en este momento. Por otro lado no me tomo muy en serio, aprendí desde chica lo divertido y liberador que es reírse de uno mismo. Si de algo estoy segura es de que los hombres somos como un gran globo que crece y crece hasta que explota, somos efímeros por ello sublimes pero también ridículos.
Siempre quise pintar, me encanta el arte. Como la escritura es celosa corrió a la pintura pero yo ventajosa la sembré en los anhelos de mi hija mayor. Ella la aceptó con pasión y con el talento que a mí me hace falta.
Me doy baños largos con agua muy caliente mostrando con ello mi poca consciencia ecológica.
Me encanta la gente pero tras dosis fuertes me automedico largas horas de soledad.
No bebo mucho ni tomo nada que adormezca mi conciencia, me gusta ser dueña de mis pecados y de mis placeres, la inconsciencia me parece una forma de perder segundos vitales.
Quisiera creer en Dios pero mis dudas son abismales. Odio las religiones porque imponen normas y reuniones y yo soy solitaria y anarquista. Creo en el alma y en un aliento superior, no es un asunto que tenga que ver con la razón , es más bien un gen romántico que se siente y no se cuestiona. Tiendo a ver milagros y prodigios al menos con cada atardecer.
Creo en la gente y en los finales felices, soy hábil para acomodar las tramas de tal modo que hasta la tragedia de Edipo resulte provechosa y esperanzadora.
Me encantan los chocolates y las conchas, los cuentos de hadas, soy devota de las brujas y me gusta jugar a las Barbies. Colecciono diccionarios de palabras, pecados, lugares, símbolos, sueños…Estos últimos junto con mis pesadillas también los colecciono en cuadernos de todos tamaños. Intento ser justa pero a veces soy muy dura en mis juicios. No soy muy buena hija pero creo no ser tan mala madre. Mi mejor amiga es mi hermana y estoy segura de que ella tiene todo lo que a mi ser le falta. Admiro a mis hijas tanto que por ello las dejo libres confiando, quizás en exceso, en su buen juicio.
Pago con meterme poco en la vida de los demás porque me choca la intrusión en la propia. Hablo mucho pero después de las 8 de la noche entresemana no soporto hablar ni que me hablen.
Como soy exhibicionista, idealista, histriónica y narcisista, ser maestra es la profesión ideal.
Nunca sé como cerrar lo que escribo y mis finales son abruptos porque el pudor me dice que confieso demasiado entonces de la nada saco un punto y simplemente no digo más.

lunes, 8 de febrero de 2010

Anairiana


La leyenda no termina por convencer a nadie. No hay remedio, se trata de la única respuesta a un loco comportamiento.
Sí, el ojo de agua que marca la entrada al pueblo de Acuarena tiene una anómala conducta. Sus aguas son de un azul intenso, a momentos, magenta. En su centro se dibuja un círculo castaño que parece una pupila. Dicen que la ecuanimidad de sus aguas invita a sentarse en su remanso, por un largo periodo los habitantes celebraron los ritos familiares con ella como testigo. Ella, la pequeña laguna que lleva nombre de mujer y todos la aluden como si de una persona se tratara: Anairiana.
Anairiana parece un espejo de agua inquebrantable pero su mancha parda es una niña juguetona que escupe a mares ahuyentando a sus visitantes en el momento menos adecuado. En una ocasión arruinó el vestido de la novia que celebraba sus nupcias en su orilla. Cuentan que la chica miró las aguas con desdén y fue castigada, Anairiana la salpicó completa de chorritos azul y magenta. En otra ocasión un sacerdote bautizaba al hijo del gobernador, mientras ungía el pecho del bebé hablo del temor a Dios y del peso de Satanás. Anairiana escupió a todos los presentes con una risa húmeda que dibujó un arcoíris. Interpretan los expertos que se trató de una burla a creencias inútiles y un homenaje a un Dios poderoso que no infunde temor y que es capaz de plasmar un espectro que dura ocho días con sus noches. Afirman que la Nasa mandó expertos para constatar el prodigio de un arcoíris nocturno alimentado por la Luna. Pero en cuanto los extranjeros pusieron un pié en Anairiana los colores se esfumaron con una leve explosión a modo de reverencia.
El origen de Anairiana está contenido en un mito grabado en la corteza de un árbol que se sumerge entre sus aguas. Se trata de un complicado código que empata notas musicales con las letras del abecedario y qué para entenderlo a cabalidad precisa de ser acompañado con música.
El mito es éste:
Ana fue una mujer que vivió entre la frontera de Acuarena y Lairosa, se dice que quedó embarazada como a los 14 años. Sus padres avergonzados querían que diera al niño en adopción. Ella confundida huyó. Luego decidió que la niña se quedaría por siempre en su regazo.
Afirman quienes la conocieron que jamás dio a luz y nunca mostró síntomas de embarazo.
Ana era una mujer habitada por dos. Una tranquila y ecuánime, otra irreverente y traviesa.
Hablar de los pormenores de su vida sería vulgar, es importante mencionar tan solo que existió y que muchos no la olvidan, dicen que lo sorpresivo de su comportamiento la hacía una compañera singular.
La leyenda recupera, hasta hoy, el día en que Anairiana, es decir la madre e Iriana, la hija, se hicieron agua. Tal parece que Ana venía gestando la historia de su propia muerte.
No quiero acabar como todos, dijo una mañana en que se sentó definitiva en el centro del bosque y comenzó a cantarse mitos. Le gustaban tanto estas historias primitivas que con ellas distrajo al hambre y al frío. El sueño, por otro lado, no cedió a sus artilugios pero dicen que soñaba con dioses y héroes mientras las ninfas la arrullaban. Cuentan que cantaba en gerundios pues para ella esta modalidad es como una hamaca que se clava en la orilla del pasado y se proyecta hasta el futuro en un tiempo que se mece perpetuo.
Cantó sobre Narciso que contempló su imagen hasta expirar. Se ahogó a sí misma entre palabras, entre falsas explicaciones de mundo. Falaces, quizás, pero más entrañables que las fórmulas científicas que han reducido al Padre Cronos que se tragó a sus hijos, en una vil fórmula.
En el fondo de una laguna viven dos sirenas: Ana e Iriana, una dentro de la otra. Si te acercas lo suficiente oyes los mitos sagrados que explican el porqué de la marea, la eterna batalla entre el Sol y la Luna o la misteriosa historia de los desaparecidos que por escuchar los cuentos de Anairiana son tragados por ésta y viven una muerte irreal y permanente, llena de rumores y fantasías.

jueves, 21 de enero de 2010

Compasión: acompañar con pasión, un buen propósito.


Una mañana de septiembre a mis 17 años decidí irme de pinta. Casi al alba, mi novio pasó por mí en su coche nuevo. Disfrazada de colegiala con una minifalda debajo del uniforme salí corriendo de mi casa para que el sol no me alcanzara y mi madre no se diera cuenta.
En el trayecto sin rumbo de una aventura adolescente nos sorprendió el temblor. El año, 1985. El movimiento se vio atenuado por la velocidad del coche nuevo, la adrenalina de dos enamorados y la emoción de la aventura. Fue la voz de angustia de los locutores de radio la que logró despertar nuestra conciencia. Quedamos atrapados por la estática de una transmisión cortada, decidimos parar el coche y esperar a que la voz volviera para desentrañar nuestras dudas. Se habló de zonas derruidas: la Roma, Tlatelolco…
A los 17 y a los 21, sentirse héroes es tan gratificante o más que una cita clandestina, así que cambiamos de planes y condujimos hasta el epicentro del dolor. No olvido las ruinas ni el olor a gas.
Emparedados de cemento y trapos era una visión incomprensible. Rostros de locura en transición hacia el horror, hombres y mujeres semidesnudos o mediovestidos dando vueltas en círculo. Fue entonces que nos dimos cuenta de nuestra ridícula pretensión heroica y nos hayamos invisibles en una zona acordonada. Una mujer de pantuflas agarraba su bata con una mano, se acercó a mí como en trance y no supe si gritar o salir corriendo, quedé inmóvil, con la mano libre me dio un gran abrazo y comenzó a llorar suave y prolongado como niña con sueño. 

Veinticinco años después y tras la réplica en Haití, rescato de los escombros ese recuerdo y me sorprende admitir que fue, para mí, un momento feliz porque descubrí la fuerza de dar consuelo. Y digo que en Haití se presentó una réplica no por minimizar la catástrofe, sino por reconocer que no tembló en una isla lejana sino en la cuadra vecina de un mundo que nos pertenece a todos. 

A diario tiembla en la vida de alguien de algún modo. Rescato a propósito, una palabra que casi ha quedado confinada al lenguaje religioso, una palabra que encierra una actitud necesaria: compasión. Causar compasión se percibe como un sentimiento expresado de arriba hacia abajo como la lástima, es decir, de un ser inferior hacia uno superior. Es un sentimiento asociado con la empatía. La distinción que hacen de ambos términos corresponde a que a la empatía se le relaciona con una capacidad cognitiva y a la compasión con una afectiva.
Hoy sabemos que razón y sentimiento no habitan por separado, amamos y aprendemos con la fuerza de los sentidos y con la grandeza de nuestra razón. Mucho del padecimiento humano surge precisamente al tratar de hacer esta disección. Sentir y pensar son dos aspectos integrales de nuestra conexión con el mundo y con los otros. 
La compasión quiere decir, literalmente, "sufrir juntos", es un movimiento del alma que nos convoca el mal que padece otro ser. La compasión es el deseo de aliviar y reducir el sufrimiento de otro; es una forma de solidaridad, una “piedad cuidadosa” dicen los budistas.
Para el Cristianismo la compasión es "reír con los que ríen y llorar con los que lloran". Nuestro transitar es un subibaja que nos obliga a la compasión de saber vivir con otro su desgracia, pero también de sentir con él ante las cimas y las cuestas, es, en suma, la máxima capacidad de imaginación sensible.
El peso del hombre moderno lo ejerce la ridícula obsesión por parecer siempre felices, como maniquíes encerrados en un aparador y olvidamos que la felicidad se obtiene al compartir, al acompañar con gracia. Mi mejor propósito para el 2010 es sentir e inspirar compasión con pasión.

miércoles, 20 de enero de 2010

Salve


¡Salve!
Jugar a ser María, María la inmaculada
Dios te salve.
Con manto blanco y túnica rosada
Subir al burro y cargar al niño
Alabado sea.
Ser la esposa de José, jamás tocada
Y arder por dentro condenada.
Actriz de pastorela con bikini de hilo dental ajustado.
Imaginarlo desnudo esposo de carne
Palpitando entera, condena eterna.
Tocar su mano y quererla dentro, acariciando el cauce anhelante
Que no se sofoca ni con Cristo muerto.
Jugar a ser María para tener a José
Vestida de santa y pensando en él
Tirada en la cama canta su blasfema letanía. Las piernas apuntan al cielo llevando el compás. Su madre cosió orgullosa el manto que llevará su niña. Aceptó el papel de la Virgen en la posada de la cuadra sólo por conocer al vecino que sería José.
Ella tiene 12 años él, 16. Por las tardes lo espía, le gusta verlo lavar el coche con la playera empapada y el cigarro que prueba de vez en vez.
La impía virgen se tumba en su lecho, sus labios prensan el cigarro que finge la boca ajena mientras la mano traviesa explora bosques y ríos que se esconden en su piel. Visitante recurrente de una misma fantasía. Memoria rallada, recuerdo fallido.
La túnica rosa es la página que guarda oraciones escritas con rímel corrido, frases que rezan la tarde en que jugó a ser María con la túnica de seda y sin brasier, para sentir el frío que rosa a sus brotes de flor.
Aquella tarde caminó hasta el altar iluminado, adivinó a José a la distancia recargado en uno de los pilares del pesebre. Quería su aliento y caminó precisa por una ruta que obligaría a su cuerpo a rosar con el de él. Quería darle la prueba de sus formas ya despiertas que no son más las de una niña. La luz cegadora no le permite ver su cara pero siente la piel por intuición. Humores de ensueño la conducen más cerca pero no olvida que es la virgen que mira al cielo con los muslos húmedos y el descaro solapado bajo el velo.
Toca la sotana verde del carpintero para encontrar su leño y sembrar la invitación. La respuesta es inmediata ¡Ave María!
Ella busca los ojos de él para corroborar. En su lugar descubre al impostor, José de utilería, el chamaco de 13 años que vive en la 6.
En la tercera fila está su José, viéndolo todo, riendo de sus 12 años, de su triste historia.
¡Salve!

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Un solo símbolo


Un hombre va galopando por la playa, la espuma moja las patas de su caballo. El rostro del hombre barbudo se ilumina con la sonrisa de la esperanza, ha recuperado su libertad y el viento trota con él hacia un mejor destino. A lo lejos se vislumbra una gran pierda color verde y la sonrisa muta en un entrecejo apretado, hijo de la curiosidad. La incredulidad que acompaña al jinete, no le permite advertir que, esa figura lamosa, no es otra cosa que la cabeza mutilada de la estatua de la libertada. ¿Hacia dónde se dirige? La libertad acéfala lo deja sin destino, creyó escapar de El Planeta de los simios y su ilusión era volver a casa pero… Está en casa, en lo que solía llamar casa y no hay posibilidad de retorno.
La escena que mi brumosa memoria intenta reconstruir en este espacio es, hasta la fecha la escena de cine que más impresión me causo.
Casi me atrevo a sostener que la mitad de la narrativa versa sobre el viaje, la aventura que un hombre o mujer emprende al salir de casa, todo cuanto en el camino recoge con el único propósito de regresar a casa. Ulises padeció años antes de poder ver a Penélope pero la Odisea valió la pena porque pudo retornar, y si Dante inventó el Infierno fue precisamente porque la imposibilidad de volver a su amada Florencia fue la peor de las condenas.
De manera más tenue la película Adiós a Lenin nos cuenta la historia del sin retorno. Una mujer de Alemania comunista que pertenecía felizmente al régimen, se le ve entonando cánticos panfletarios y marchando con orgullo. Tras problemas de salud la mujer queda en coma el tiempo suficiente para que el muro de Berlín se venga abajo. Una época se acaba y la mujer despierta ¿Encaja ella en ese nuevo orden? Los doctores advierten a sus hijos que un impacto emocional fuerte podría sumirla de nuevo en el letargo. El hijo, dando muestras de un amor desmedido, finge para ella el mundo conocido: produce noticiarios de TV desde la azotea, gurda latas de viejos refrescos para llenarlos hoy de Coca cola y que la madre no lo sepa. Como esta mujer está convaleciente, debe mantenerse en cama y esto permite a su vástago construir la escenografía impostada sobre el nuevo capitalismo. Pero lo increíble sucede: desde la ventana de su dormitorio asoma volando por los aires la estatua de Lenin suspendida por un helicóptero. La certeza del retorno robado.
Ambas películas eligen perfectamente un solo símbolo que con el poder atómico que caracteriza a estos objetos, estallan dramáticamente para llenar de emociones a los que habitan dentro y fuera de la ficción. No hay nada más desolador que desconocer las coordenadas de llegada.
Mi tercer ejemplo es más cercano y, aunque circuló por una pantalla estuvo adscrito a una coordenada geográfica ubicable y central en todos sentidos. Una mañana mientras nos vestíamos para ir a trabajar o tomábamos el café que nos despierta para comenzar, prendados de una pantalla, vimos dos aviones derrumbar las torres, todas las mentes quedaron atónitas como la del personaje del planeta de los simios, a toda lógica le fallaron las piernas ¡No es posible! Es la frases que apuesto como el susurro que dio la vuelta al mundo mientras la razón seguía fugada. Aún hoy la mente no alcanza a ver la pantalla completa porque la perspectiva no ayuda, pero algo grande cambió y este lugar no será nunca el mismo, esa es la única certeza, en qué y cómo cambio creo que eso es imposible de resolver hoy.
Cuando transitas por la zona cero o cruzas por el mar mediterráneo, específicamente en el mar de Rodas y volteas hacia arriba, siente que las dos piernas de Wall Street o Las piernas del gran Coloso todavía están ahí como las piernas que le duelen al soldado mutilado.
Es a partir de todo esto que me surge una pregunta para la que no encuentro respuesta, qué pasaría si hoy todo acabara y un solo exiliado volviera a la tierra, ante sus ojos el símbolo de la desesperanza le diera la bienvenida o la malvenida ¿cuál es el símbolo capaz de contener todo lo que nuestra civilización significa? Un símbolo que en un instante revelara a un sobreviviente que ¿Para qué? Ya no hay Porque.
Como no tengo respuesta seria para este asunto tapo el agujero con el absurdo e imagino:
Un astronauta que bien podría ser uno de los astronautas llamados por nuestras tristes ilusiones mexicanos, son mandados por la NASA a preparar el terreno para el establecimiento de una colonia por allá. El proyecto, debido a la crisis, es olvidado. El astronauta con rigor militar sufre su exilio y espera el regreso. Los chinos inyectan de nuevo presupuesto a esta misión y el astronauta recibe latitas de chow mein que detesta y un manual de chino que debe aprender. Esto es una pesadilla, se dice todas las noches, pero cada mañana la promesa del regreso alimenta un nuevo sueño. En la tierra un gran terremoto ha terminado con todo, pedazos de edificios rondan solitarios la vía láctea pero una gran piedra parece haber quedado intacta.
Se trata de la dura cabeza de Juárez que, sin inmutarse, entra en la órbita lunar y ronda a la luna sirviendo de satélite al satélite hoy huérfano. El pobre astronauta mira al cielo buscando a casa, al planeta azul que no es más que un fantasma. De pronto una enorme roca le muestra la cara, es un rostro oriental que (dada su carente conocimiento de historia de México) lo ahoga en la desilusión, es el símbolo del no retorno. No sabe que la tierra ha desaparecido, lo que le angustia es pensar que los chinos han tomado el control y el no puede memorizar ni una estúpida palabra.
¿Qué símbolo anuncia el final?