jueves, 5 de julio de 2007

El México que no sale en la foto.



Siempre hay algo o alguien que se escapa a la foto. No existe la fotografía total, es imposible atrapar el momento completo donde lo diverso y lo semejante se toman de la mano para mostrarse sin embates. No existe la radiografía perfecta ni la metáfora sin fugas que abrace en su ambigüedad todos los significados de lo posibles. Es quizás la imposibilidad la única frontera que traza nuestra existencia temporal y fragmentaria.
La escritora Sandra Cisneros, estadounidense de origen mexicano, inicia su novela Caramelos or puro cuento, con la descripción de la fotografía familiar, el recuerdo de Acapulco que un fotógrafo ambulante ha impreso para la posteridad. La narradora advierte por primera vez y muchos años después, que nadie, ni ella misma, habían notado que ella es la gran ausente, se distrajo a la hora del click; la suegra y la nuera se han posicionado estratégicamente en las antípodas del recuadro; los hermanos pequeños sentados en el regazo de la abuela incómoda se hacen cuernitos el uno al otro; el papá con bigotes a la Pedro Infante o a la Clark Gable dependiendo de qué lado esté la frontera; pero la narradora ha sido ignorada y nadie parece notarlo. Como hija de familia de inmigrantes, norteamericana de nacimiento pero mexicana por tradición, pertenece a este espacio de indeterminación que se escapa del relato oficial. Y es que los mexicanos parecemos alinearnos en dos bandos: los claros y los oscuros; los ricos y los pobres; los de campo y los de ciudad y la verdad, el rostro múltiple de este país parece quedar desdibujado, fuera de foco.
Se dice que el catolicismo es nuestra religión oficial y las filas de cristianos inauguradas por rubios inmigrantes crecen día a día. El culto a la Santa Muerte se extiende y ha dejado de ser la calavera de azúcar del día de muertos; se venden vírgenes infantilizadas que prometen desde ayuda para no ir a clases hasta milagros para conseguir dinero para la liposucción. Los gallos, otrora de pelea, se venden en el mercado de Sonora por trescientos pesos para practicar sacrificios a domicilio y cambiar con ello la mala racha. Los narcocorridos y las iglesias a Malverde han coronado a un nuevo héroe hasta canonizarlo.
Casi 20,000 posamos desnudos para un fotógrafo extranjero que sólo sirvió de pretexto para la pluralidad que quiso manifestarse de una vez por todas, pero es que la perspectiva no le hace justicia y por ello el cuerpo colectivo sin ropa gritaba: ¡Foto por foto, desnudo por desnudo! Ese día conocí la pluralidad de las minorías, gays de muchas apariencias y es que el género no es sinónimo de con quién te acuestas. Vi también miles de adolescentes con parche anticonceptivo y una mujer embarazada orgullosa de su estado.
Los teléfonos celulares son herramientas indispensables desde el plomero hasta el empresario, parece no existir futuro ni esperanza si no tienes un móvil para ser localizado, pero al mismo tiempo hay comunidades donde un encendedor bic parece artilugio de magia o el fax es el último artefacto que llevó al pueblo un gitano como Melquíades.
La oferta de placer sexual se ha multiplicado desde club swingers hasta placeres virtuales. Mi abuela cree que es amarillismo hablar de pederastia porque en su sano juicio un hombre que se siente atraído por un infante es de la misma naturaleza que un dragón ¡sólo un invento!
Las niñas participan en concursos de belleza desde los 10 años y saben bailar como Niurka, pero juegan a las muñecas escondidas porque ¡qué oso! ¿Cómo es la infancia en 2007?
La fotografía capta, refleja, no juzga; la literatura también lo hace y por ello quiero asomarme desde la literatura, recuperar fragmentos que me den pié para retratar con un lente alterno y en palabras, los múltiples México que somos, las sombras que usualmente se quedan fuera pero que construyen, por ser limítrofes, la herida de lo que somos y que no siempre alcanzamos a percibir. Me gustaría recuperar las historias que quedan en el tintero, la de los seres comunes, el buscador de fe, ni católico ni santero; el artesano que dejó el telar para vender los últimos estrenos de Hollywood; los juegos de una nueva infancia que no sabe jugar a la roña pero sabe volar aviones por computadora; ni héroes ni asesinos, Mujeres, hombres y niños, almas de un México en construcción.

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