martes, 27 de julio de 2010

Carta de Regina Freyman a Arouet sobre los horrores en la web

Respuesta a mi carta: http://www.etcetera.com.mx/articulo.php?articulo=4496



¿Por qué el ingenuo público está siempre dispuesto a aceptar acríticamente la autoría de cualquier texto adjudicado a alguien famoso? …opera a favor de ello el íntimo “deseo de autoengaño” de los lectores, a quienes seduce la irresistible posibilidad de que las ideas más elementales que han tenido en su vida coincidan literalmente, no sólo en contenido sino también en expresión, con las de un novelista extraordinario, como lo es García Márquez…
Rafael Olea Franco

Todos tenemos nuestro lado kitsch, admitirlo y reconocerlo provoca alivio espiritual. Por ejemplo a mí, me gustan las princesas de Disney, las canciones de Shakira y los hot dogs de carrito. No por ello confundo a Blanca Nieves con Doña Leticia, ni pienso que “Nunca usé un antifaz voy de prisa por este mundo fugaz” sea la frase que amerite estar en una novela clásica y si mi galán me catafixia unos “jochos” por una cena en el San Angel Inn pues sí me ofendo. No me malentienda señor Arouet, tampoco es cosa de creerse el exquisito, más bien es un asunto que obedece al ánimo y de no dejar que nos vean la “feis”.
Un día se goza a Los Panchos y, otro, La Pastoral de Beethoven y no hay fijón o corto circuito, la bronca está en confundirlos. Les insisto a mis alumnos que leer a Bucay que es un estupendo psiquiatra, o a Coelho está perfecto, leerlos en su dimensión los enriquece a ellos y a nosotros como lectores; confundirlos con Orwell o Cervantes, un desatino.
Hace algunos años tuve un curso sobre Borges con el destacado profesor del epígrafe que apadrina este texto. Mi corazón partiose en mil pedazos y la cara se me puso ardiente cuando el ilustre Dr. Olea nos señaló que el poema “Instantes” era una parodia que llevaba por título “If I had My Life to Live over”, firmado por el caricaturista americano Don Herold, en la revista Reader’s Digest de octubre de 1953. Las versiones fueron cambiando y quedó este texto en español que trascribo para usted, en su versión en español:
Si pudiera vivir nuevamente mi vida.
En la próxima trataría de cometer más errores.
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más.
Sería más tonto de lo que he sido, de hecho
tomaría muy pocas cosas con seriedad.
Sería menos higiénico.
Correría más riesgos, haría más viajes, contemplaría
más atardeceres, subiría más montañas, nadaría más ríos.
Iría a más lugares adonde nunca he ido, comería
más helados y menos habas, tendría más problemas
reales y menos imaginarios.
Yo fui una de esas personas que vivió sensata y prolíficamente
cada minuto de su vida; claro que tuve momentos de alegría.
Pero si pudiera volver atrás trataría de tener
solamente buenos momentos.
Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, sólo de momentos;
no te pierdas el ahora.
Yo era uno de esos que nunca iban a ninguna parte sin termómetro,
una bolsa de agua caliente, un paraguas y un paracaídas;
Si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano.
Si pudiera volver a vivir comenzaría a andar descalzo a principios
de la primavera y seguiría así hasta concluir el otoño.
Daría más vueltas en calesita, contemplaría más amaneceres
y jugaría con más niños, si tuviera otra vez la vida por delante.
Pero ya tengo 85 años y sé que me voy a morir.

¡Y yo que lo había puesto de portada en mi carpeta! Con disimulo lo hice cachitos, asentí al pronunciamiento de mi profesor como quien dice “obvio, pues sí ya lo sabía” y encabecé una cruzada cibernética para desmentir el asunto. Todavía, 5 años después, en una comida una amiga me lo volvió a recitar y, cansada, le dije sí es lindo. Ya no quiero violentar a nadie Sr Arouet, al sacarles del error, amigos y parientes, se ofenden como si de blasfemia se tratara.
El poema de Borges engañó, en su tiempo, incluso a la revista Plural. El texto citado ocupa dos páginas de la revista que lo publicó en las páginas 4 y 5 del número de mayo de 1989. En una nota titulada “Un poema a pocos pasos de la muerte”, Mauricio Ciechanower lo presenta de la siguiente manera: “Concebido poco tiempo antes de su desaparición —la sola mención de sus 85 años de existencia, en el final del poema, así lo acredita — remite a esa fundamentada hipótesis sobre la fecha real de su confección (...) Pieza preñada de un poder de síntesis magistral”.

Y en el libro Todo México de Elena Poniatowska entrevista a Borges y, supuestamente, le pregunta por “Instantes”. Rafael Olea Franco resume este tema:

“..deduzco que cuando Poniatowska volvió a publicar la entrevista, no dudó (no tenía por qué dudar) de la autoría de Borges respecto de “Instantes”, como tampoco lo hicieron otros muchísimos lectores e incluso profesores universitarios; por ello de ningún modo creyó caer en una contradicción irresoluble si “retocaba” el texto añadiéndole dos poemas del escritor que se relacionaban con el fundamental tema de la felicidad personal…”

En el diario El País del 9 de mayo de 1999, Francisco Peregil publica “El poema que Borges nunca escribió”, en el que, María Kodama, esposa del escritor, afirma que no fue escrito por él.
Al poco tiempo de que me dio por ser algo así como un paladín de la verdad desmintiendo mails, me llegó el de García Márques y el Mofles que usted refiere con pertinencia. Entre mi colección apócrifa cuento con otro más que se llama “Los amigos” adjudicado a Borges y uno referente al amor que le imputan a García Márquez y que, a todas luces, no obedecen ni al estilo, ni al tono y mucho menos a la calidad de estas dos plumas.
El lugar común tiene su encanto, negárselo, nos anula en lo colectivo porque si los gustos simples se dan cita en un punto una razón tendrá y no hay elitismo que pueda contrarrestar eso. Sin embargo, habría que admitir que la simpleza que nos convoca no es más que la fascinación que nos emplaza el territorio conocido, aquello que entendemos de cuajo como el cuento que nos leían mil veces cuando niños o la canción reggetonera que de tanto sonar se pega.
¿Por qué debiera preocuparnos esta confusión? Porque somos parte del eslabón que llamamos humanidad, hemos construido una cultura en torno a ciertas reglas de apreciación estética, en este caso, que obedece a aquello que consideramos extraordinario, “clásico” como lo entiende Ítalo Calvinoii y representativo de un sentir humano que lo sabe exponer de manera sobresaliente. Hoy nos preguntamos qué quieren decir los frescos de la cueva de Altamira, por ejemplo, expertos antropólogos los consideran la primer manifestación artística consecuencia del delirio y la imaginación, por mucho tiempo se pensaron sólo expresiones de comunicación. Sería lamentable que “Instantes” o “La marioneta” pasaran a ser, por su difusión, obras representativas de dos grandes escritores, tan grave como que a usted o a mí nos imputaran un hijo idiota (y no me refiero a gente con capacidades especiales, sino pura y llanamente necio) ¿No lo cree?
Referencias:
Olea Franco, Rafael. “Borges: los riesgos de la fama (poética)”. La Gaceta del Fondo de Cultura Económica. Nueva Época 346 (oct. 1999).
---------------------Conferencia: “Una novela múltiple: Crónica de una muerte anunciada”
El Colegio de México
Ivan Almeida. "Jorge Luis Borges, autor del poema 'Instantes' Borges Studies on Line. On line. J. L. Borges Center for Studies & Documentation. Internet: 17/06/01 (http://www.hum.au.dk/romansk/borges/bsol/iainst.htm)
i Conferencia: “Una novela múltiple: Crónica de una muerte anunciada” Dr. Rafael Olea Franco
El Colegio de México


ii El texto que nos hace descubrir algo de la condición humana y, constituyen una riqueza al “proporcionar modelos de contenido, esquemas de comparación, escalas de valores y paradigmas de belleza”. Un clásico se renueva siempre con una nueva lectura, por ello “nunca termina de decir lo que tiene que decir”. Ítalo Calvino, “Por qué leer los clásicos”, Por qué leer los clásicos, México: Tusquets.

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