viernes, 22 de agosto de 2008

Crónicas de Facebook I


Hoy necesito un destinatario a quien contarle todo lo que me ha pasado. Las emociones son volátiles como el perfume y me da la impresión de que si no sello en esta hoja lo que hoy siento, se desaparecerá como el rumor del viento. Hace tiempo lucho de manera discreta por aclarar la fuerte pasión que me provocan los nuevos medios, que, a diferencia de de algunos críticos pienso que, bien empleados, nos humanizan.
Deberé empezar de lo último porque es lo que prevalece en carne viva. Tuve un encuentro cibernético con un amigo de la infancia, nunca creí que pudiera desatar tantas emociones. Es más, era un ser olvidado en algún barranco de la memoria. Cuando éramos niños solíamos jugar a diario, lo fuimos desde que yo tenía 8 años y hasta los 12. La privada donde vivíamos era, al menos así la recuerdo, un lugar de cuento. Pequeñas casas tipo Hansel y Gretel formadas en declive, desembocaban en un acantilado con un arroyo de aguas negras, pero que, desde arriba y desde la niñez, resultaba idílico. Muchas veces salimos a escalar la montaña que bordeaba ese arroyo e incluso cometimos la osadía de meternos a nadar. El camino era empedrado y las casa verdes con gris escoltadas por árboles y flores, algunas macetas volaban colgadas de los techos y en el centro mismo se sentaba una fuente para vernos jugar bote pateado. Mauricio, así se llama mi amigo era una suerte de Peter Pan comandando niños perdidos. Esa fue, quizás la mejor época de mi familia. En ese entonces, mis papás llevaban una relación decorosa y los domingos la pasábamos juntos viendo la tele y comiendo pasteles del globo. Se fue rápido pero pego duro y nunca más fuimos esa familia. Parece como si la gravedad de la barranca hubiera succionado los domingos. No es un lamento, otras historias vinieron y nos descubrimos de nuevos modos. Recuerdo que mis hermanos y yo salíamos a jugar con Mauricio y recuerdo que sólo entonces el tiempo se detenía. Eran juegos de verdad, atrapar luciérnagas por montones o jugar escondidas con el entusiasmo de no ser descubiertos o de descubrir. Mauricio era alto muy alto, lo era para mis hermanos y para mí, y Neto, era chaparro muy chaparro, lo peor es que le encantaba el básquetbol, todavía lo recuerdo gritando ¡viola! ¡Viola! Palabra que odiaba no sólo porque el juego se detenía sino porque me sonaba a violación y eso a los 11 años es una pésima palabra. Olga había perdido a su hermano de una manera trágica, lo habían atropellado los guaruras de un político. Nosotros llegamos a la privada cuando Pépe ya había muerto, al poco tiempo nos hicimos amigas y Olga me dijo que quería que su hermano y yo fuéramos novios. Ese fue mi primer novio fantasma y la primera relación que me llenó de vergüenza. Cuando Olga le soltó, emocionada y de sopetón, a su mamá que Pépe y yo éramos novios, la señora hizo una cara de amargura que llevé a cuestas en la conciencia por muchos años, cargada como el fruto prohibido en el árbol de la sabiduría. El hermano de Mauricio, Enrique, era un garrochón de dos metros, su cara de puberto me asustaba un poco y más aún cuando tuvo la osadía de declararme su amor vía una carta y un single de la canción “El amor de mi nena”. Recuerdo que eché el disco bajo la cama y no abrí el sobre jamás. Regresando al presente y gracias a la tecnología, un día me apareció en eso que se llama Face Book a un tal Enrique Intimidator Ortega que solicitaba lo aceptara como amigo. El epíteto, apodo o sobrenombre de Intimidator causó su efecto y lo rechacé sistemáticamente. Días después había una solicitud de un tal Mauricio Ortega que era también amigo de mi hermano y lo acepté gracias a la referencia filial, pero la verdad no recordaba. Al día siguiente me encuentro un mensaje de su parte.
Inmediatamente me caí en el hoyo de Alicia y regresé a Av. San Bernabé #641 casa 17, de hecho hoy me preguntaron mi teléfono y di el 5953405, absurdo porque vivo en Toluca y no hay posibilidad de que los números sean así, absurdo porque en la ciudad de México y desde hace tiempo los teléfonos comienzan con doble 5. Todos esos datos los había perdido y un mensaje los rescató del polvo. Lloré mucho, impresionada por sentimientos desordenados que flotaban en mi cuerpo sin control. He pensado que lloré por recordar los tiempos de familia, los juegos perfectos y por recobrar una parte de mí que estaba oculta entre vendajes de tiempo. Luego le respondo a Mauricio y le comunico mi emoción y él corresponde, le recuerdo nuestros juegos, desde el softball hasta el juego de la botella que me propició el primer regaño serio, peor aún fue que mis padres descubrieron que yo tenía un negocio rentable “alquilar las revistas Playboy “de mi papá.
"Hay dos formas de ver la vida: una es creer que no existen milagros, la otra es creer que todo es un milagro." Esa es la frase de Einstein que acabo de leer en un cartel publicitario mientras camino hacia una cita. La frase me pilla justo cundo pienso que haber encontrado a Mauricio y años de juegos es un milagro. Pero no la frase hecha de ¡qué milagro! misma que regalamos a quienes encontramos de sopetón. No es el milagro mascado y viejo que traemos pegado en el paladar por si se ofrece. Rescatar al milagro es comprender que no es una proeza digna de Santos, sino la sorpresa agazapada que un día se decide y nos grita: un, dos, tres, por mí y por todos mis compañeros y mil sorpresas se encienden al tiempo, como las luciérnagas de la privada que parecen orquestar una misma sonata. Y es que los hombres tenemos atención limitada y no podemos ver todas las tramas mágicas que se urden a nuestro alrededor, tonadas perdidas que un olor o un nombre despiertan , y de pronto nos acordamos, nos reconocemos o regresamos en el tobogán de los recuerdos dormidos. Por eso hoy todo me sabe a "Gansitos" y palomitas, a los 12 años. El paisaje que lo intuye, me corresponde y desnuda sus milagros. Cruzo un puente peatonal y recupero el valor de la niñez, olvido de una vez por todas que por el camino adopté miedo a las alturas y subo como amazona sin ver el precipicio. Vuelo como Wendy y los coches son barcos piratas pero soy amiga de Peter y por eso no les tengo miedo.
Llego a casa y miro por la ventana de Facebook y alguien me ha mandado la foto de grupo de la preparatoria, fue Cristy una amiga antigua que siempre reaparece. Umm El Reina de México…

1 comentario:

ogazmonica dijo...

Tu posto me puso la piel chinita! Me gusta pensar q la vida esta hecha de esos milagros como el que viviste, y sobretodo me gusta poder compartir el tuyo x estos medios!
te abrazo fuerte